El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
254 El tejido de la memoria competidores en los años que me acuerdo. Con el tiempo se convir- tió en un empresario muy exitoso en el área de los grandes proyectos eléctricos y después de unos pocos años vendió su empresa a una conocida transnacional noruega en una cifra muy importante. Poco antes del mediodía se escucharon disparos que parecían provenir del techo del edificio más cercano, lo que generó una res- puesta inmediata de los militares con la ametralladora sobre pick-up que estaba detrás nuestro, que emitía ráfagas ensordecedoras y con- tinuas. Otros uniformados se unieron a la reacción disparando desde atrás de los árboles con sus propias ametralladoras de mano. Mientras tanto nosotros nos arrastrábamos desesperada- mente por el suelo intentando alejarnos del fuego cruzado para llegar hasta el bordillo de la vereda con el que pretendíamos protegernos. Después de unos instantes que parecían eternos, un oficial nos per- mitió subir a la vereda y reptar para arrimarnos al murete del ante- jardín de nuestro pensionado. El enfrentamiento se mantuvo por un rato prolongado y lue- go disminuyó su intensidad, hasta que finalmente se detuvo. Por los gritos de los uniformados no estaba claro de dónde habían provenido los primeros disparos ni si la acción de esos francotiradores había seguido en forma continua durante toda la refriega. Pero era eviden- te que por la reacción de los militares muchos de los pisos altos del edificio habían sido parcialmente acribillados. Después de unos instantes volvió la calma, lo que tranqui- lizó los ánimos de los militares y nosotros habíamos logrado una posición mucho más confortable, siempre sentados en el suelo con las manos en la nuca, pero con la espalda apoyada contra el murete de nuestro pensionado. Era un gran cambio. Tal como se había anunciado, el toque de queda fue levan- tado a mediodía y la gente salió en masa a la calle para acercarse a los límites del sector aún controlado por los militares. Desde mi posición, sentado en el suelo, veía muchas caras conocidas que nos
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