El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
243 50 años del golpe de Estado en Chile de precios existente, trayendo como consecuencia que se recrudecie- ra la inflación, el término del desabastecimiento, del mercado negro consiguiente, y de las colas en búsqueda de los bienes de primera necesidad. La dictadura tenía para largo. Las FF.AA habían tomado el control de la situación en forma absoluta desde el primer minuto. El pueblo estaba desarmado, las FF.AA tenían el monopolio de las armas y las cuatro ramas se lanzaron al unísono. No hubo plan Zeta alguno, como se inventó en su momento. El control era total. La Universidad de Chile, al igual que todas las universidades, estaban intervenidas con rectores militares. La dictadura se fijó metas, no plazos: extirpar el cáncer marxista, hacer de Chile una gran nación. Todos mis esfuerzos por encontrar trabajo resultaban infruc- tuosos. Del envío de mi currículum a las ofertas laborales que apa- recían en la prensa, no obtenía respuesta alguna. No tenía título alguno, tan solo el grado de Bachiller en Ciencias de la Ingeniería. Ya estaba convencido de que me encontraba en alguna lista negra. Empiezo a postular a los llamados a concurso procedentes de univer- sidades que buscaban profesores, dado que habían estado expulsan- do a todos los académicos que eventualmente tendrían algún tufo marxista o humanoide, como gustaba decir al almirante Merino. Es así como postulé a un cargo docente para impartir cursos de estadís- tica en la Universidad Austral de Valdivia y a otro cargo similar en la sede Arica de la Universidad del Norte. En ambos casos superé exitosamente la entrevista. De un día para otro, tenía a mano dos posibilidades: irme a Valdivia o a Arica. Me atraía más Valdivia, todo verde, a diferencia de Arica, todo árido, excepto su valle de Azapa. Pero ya tenía el síndrome del perseguido. En Valdivia me veía acorra- lado, sin escape, a diferencia de Arica, donde ante cualquier apremio podría arrancar hacia Perú. Es así como primó la opción Arica y un 20 de agosto de 1974, con Cielo, embarcamos en avión a Arica para aterrizar en Chacalluta a iniciar al día siguiente mis actividades aca- démicas en la sede Arica de la Universidad del Norte.
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