El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

237 50 años del golpe de Estado en Chile año. Resolví cambiarme a Ingeniería civil industrial, carrera que veía a medio camino entre lo abstracto y lo concreto. El tenso clima político que se vivió por esos años a nivel na- cional se reprodujo en la Escuela. El único profesor cuya identidad política logré identificar claramente fue Efraín Friedmann, a quien tuve como profesor de mecánica racional. De gran personalidad, muy buen profesor, solía llegar atrasado, pero se le esperaba porque sus clases eran muy prácticas, llenas de anécdotas y verdaderas cajas de sorpresa. No olvido una de sus clases en la que pone como un caso a desarrollar por parte nuestra calcular la fuerza y el ángulo con que debe dispararse un cohete desde Nueva York para que dé en su blanco, el Kremlin, en Moscú. Este ejemplo delataba claramente su postura política. Tenía una ironía muy fina. A estas alturas, ya era ayudante de algunas asignaturas de los primeros años, esencialmente por motivos económicos, dinero para el bolsillo, particularmente cigarrillos. Posteriormente, alcancé a ser profesor auxiliar de la asignatura de Estadística y, estando en el último año, profesor de cátedra, en 1973. Otro excelente profesor que recuerdo muy bien fue Jorge Cauas, vicepresidente del Banco Central en tiempos de Frei Montalva. Cauas me hizo clases de Economía y por más ocupado que estuviera, no dejaba de impartir puntualmente sus clases, siem- pre acompañado de una libreta en la que al final de cada clase anota- ba lo visto y lo pendiente. Con él aprendí que el libre mercado exige competencia perfecta y disponibilidad de información completa por parte de todos los productores y consumidores. Nunca imaginé que posteriormente sería el llamado por el innombrable a implementar una política de shock a los pocos meses de iniciada la dictadura, en el primer semestre de 1974. No sin dificultades logré sortear mis primeros años en la Escuela, particularmente, el primer año que es de “vida o muerte” porque, al menos en esos años, tan solo uno de cada dos lograba

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