El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

234 El tejido de la memoria Entonces, se fue dando cuenta de que eso no era lo suyo, nunca lo había sido, quería volver con urgencia a la universidad, y a su casa. A principios de febrero volvió a Santiago a la casa familiar, ni se asomó por Concón porque estaba blanca, había engordado, tenía el cuerpo y la cara llenos de picaduras de mosquitos, quería recupe- rarse antes del inicio de clases. Renunció al partido sin dar muchas explicaciones, pues ni siquiera ella entendía bien, ni por qué había ingresado, ni por qué se estaba saliendo, solo sentía que no era lo suyo. A la larga, ese paso casi inconsciente, la salvaría en los días aciagos. Ya mayor, aún rememora esos tiempos extraños en que una chica de ciudad trató de intervenir en la historia de unos campesi- nos, sintiendo que todo ello fue como un sueño. En su casa, con sus hijos y nietos, rememora con nostalgia ese olor a humo al interior de esas viviendas mínimas, ese pan caliente con rastros de cenizas, y esa leche espesa que no podía tragar. Sonríe al acordarse de que le dijeron con cariño que era una compañera, pero señorita al fin. Pero, por sobre todo, piensa con una puntada en el corazón, en don José Aparicio, en el Lito y en Manuel y tantos otros cuyos huesos aún no aparecen ni aparecerán, pues fueron arrasados por un vendaval de odio y yacen probablemente en Colonia Dignidad. Santiago, 1986

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