El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

233 50 años del golpe de Estado en Chile rá nunca. No harán la comida, ni ordenarán la casa, ni verán a los niños, no, eso no puede ser. –Imagínese, señorita, que uno de estos patanes se quede en su casa un día, ahí todas las señoritas, nuestras hijas, estarán en peligro. Porque los huasos son brutos y frescos– espetó, como si él fuera de otra raza–. Nadie sabrá de quiénes son los huachos de su propia mujer, menos los de las hijas, porque se embarazarán todas–. Se escucharon risas nerviosas y conversaciones entre ellos. Francisca sudaba frío y sintió que el fracaso era total, trató de calmarlo, pero fue imposible, él continuó: –No, señorita, esto es inaceptable. Todavía menos ese mono con dibujos de casas que mostró al final ese caballero, cómo se le ocurre que nos vamos a ir a sentar a una sala, mientras la cocina, el calor, el fogón y todo lo demás estará en otra pieza. Si nosotros vivimos todos en la cocina, imagínese en el invierno–. Murmullos de aprobación de la asamblea. –¿Ese hombre no entiende nada, no tiene casa acaso ese señor? ¿Dónde viven ellos? Además, quiere que hagamos nuestras necesidades ahí dentro de la casa, cerca de nuestros hijos, todos apiñados sin privacidad, que todos escuchen cuando estamos en el baño. Ahora la letrina la tenemos bien lejos, gracias a Dios. Por fa- vor, señorita, explíqueles que no queremos ni una de esas cosas, que estamos bien así como estamos. A esas alturas, varios hombres se tomaban la cabeza y reían. Luego de que don José hubo terminado se sentó y no volvió a abrir la boca. La reunión no duró mucho más. Francisca solo se comprometió a plantearle todo eso a la gente de la Cora en Linares, el Lito siguió hablando solo, pero los viejos empezaron a retirarse de nuevo. Francisca partió aún esperanzada a Linares y trató de expli- carles a los de la Cora lo que había oído, ellos no dieron crédito, mal que mal ellos eran los especialistas en economía agraria.

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