El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

230 El tejido de la memoria camino de tierra barrida hasta el cansancio, pero llena de trastos, tiestos para la comida de gatos, perros, maceteros y canastos. El desayuno era una leche densa y tibia, recién salida de la vaca, donde se formaba una nata espesa al minuto siguiente de ser- virse. Eso le daba un asco horrible y unas ganas de vomitar que debía contener. Aunque nunca en su estadía se atrevió a rechazar, hubiera sido el mayor agravio para esas familias. El desayuno se acompañada con un gran pan amasado con mortadela o huevos. Luego, se iba caminando con su ridícula ropa de guerrille- ra, muerta de calor, amortajada por sus pantalones, reglamentarios bototos, por las largas y polvorientas avenidas de álamos, luego, vi- sitaba otras casas, hablaba con otras mujeres para explicarles los cambios que habría con la reforma agraria. Ellas volvían a ofrecerle otro desayuno idéntico al anterior, luego, cerca de las doce una ca- zuela contundente, que debía repetirse en cuanta casa visitaba a lo largo de la tarde. Todas las casas, algunas semi derruidas, como las de adobe, o casuchas de madera, olían a leña y a ropas azumagadas. Las pa- redes enhollinadas, las muebles reliquias de otros tiempos o tal vez regalos del patrón, pero la tetera o más bien la pava siempre sobre la cocina metálica alimentada a leña. Algunas solo tenían un fogón sobre el cual cocinaban dentro de la casa. Los hombres partían tem- prano, las mujeres hacían todo el trabajo del hogar; cuidar a los ni- ños moquillentos, sus huertas o gallinas. La mayor parte ni siquiera tenía una pieza y se veía que dormían todos juntos en diferentes ca- mastros, tal vez también heredados. Hubo intentos de conversación, pero las mujeres solo reían al verla, miraban al suelo, hablando ape- nas, se esmeraban en atenderla, pero, no seguían su conversación, ni respondían a sus preguntas. Todo lo poco conversado durante un día con ellas sobre el proceso de reforma agraria desaparecía por las noches, al día siguiente estaban igual de temerosas, tratando de des- entenderse de los cambios incipientes.

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