El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

228 El tejido de la memoria –“Salud, dinero y amor, jajá”, quizás qué más–, señorita Francisca. Esa era su primera estadía en el campo, y esos fundos le pa- recieron bastante pobres y abandonados, se veían unos pocos anima- les, cada campesino tenía sus huertas, y el único cultivo era la mara- villa para hacer aceite en Santiago. En ese momento los patrones ya habían abandonado el lugar, algunos desde el día mismo del triunfo de Allende, otros más adelante, luego de pegar escopetazos por do- quier, romper casas y muebles, así como maquinarias. Entonces los campesinos se apresuraron a tomar esas tierras, solos o azuzados por algunos militantes de Linares. Manuel, moreno de piel curtida y hondas grietas en su ros- tro, se mostraba orgulloso, además de confrontacional frente a la venida de los expertos de la Cora. –¡Qué nos van a venir a enseñar esos señores a nosotros, ellos nunca han tocado la tierra, gente de ciudad, son jutres, igual a los patrones! No tenemos na´ que ir a escuchar tonteras a esa reunión. Francisca había llegado a principios del verano, justo después del año nuevo de fiestas familiares y jolgorio con los compañeros de la universidad. Ella había tomado el tren en la Estación Central, hacia Linares, en un día caluroso de enero, donde sería recibida por otros militantes, universitarios y campesinos. Ahora, apoyada por unos jóvenes, se había ido ganando la confianza de los hombres de esos fundos. En especial, cuando salía a trabajar junto a ellos, sur- gían algunas conversaciones. Mientras Manuel estrilaba, otros ha- blaban mal de él por atrás: –Ese huaso es muy ignorante, no le haga caso señorita, así nunca vamos a avanzar a ni´ un lado. Los programas de radio locales dedicados a los campesinos, los discursos del presidente siempre carismático y cariñoso con su pueblo, habían empezado a influir; se hablaba de justicia, de que la

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