El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

219 50 años del golpe de Estado en Chile Dudú Mariana Schkolnik De pronto me di cuenta de que Dudú no se había despegado de mi lado, él era alto y de un rubio ceniza, el pelo largo muy fino, con indicios de calvicie prematura, usaba anteojos con cristales grue- sos que disimulaban el celeste de sus ojos. Su pésima vista lo hacía moverse de forma insegura e inestable, llegó a mi casa huyendo de la dictadura en Brasil, perseguido no por ser un gran luchador, sino un poeta un poco subversivo. Nada de eso me cautivaba. Yo andaba buscando a un príncipe –guerrillero–, pero príncipe al fin. Tenerlo pegado a mí toda la tarde redujo el goce de aquel momento épico. Debo haberme puesto pesada, no me acuerdo. Ese día los dos bus- cábamos a mis padres que se nos habían perdido entre la multitud, misión imposible con más de un millón de personas en la Alameda. La exaltación y la alegría me embargaban, era una vorágine de gritos, vítores, risas, saltos. Mujeres, hombres, niños, obreros, sobre todo gente pobre, muchos pobladores de ropas ajadas, habían sacado sus mejores trajes raídos y brillantes, tenidas de domingo, para celebrar el triunfo. Gritaban: “Allende, Allende el pueblo te defiende”. Yo que- ría moverme más, encontrarme con los conocidos, pero sabía que no podía abandonar a Dudú. –Llegamos al poder– decía la muchedumbre. Serían años de locura colectiva, de amor libre, de sensación de plenitud. Coreábamos a Los Jaivas y a los Beatles, a la vez que

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