El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
216 El tejido de la memoria a un lugar mejor, que ya vamos a estar con él. –¿Está con Raúl?– su amigo de la casa del frente–, preguntó. Y mamá le dijo que algo así. Terminaron de almorzar, mamá recoge los platos. El niño la sigue a la cocina, ella abre la llave del lavaplatos y comienza con movimientos rápidos a fregarlos, la ve absorta en el ruido del agua. La mira, está concentrada, toma la pelota y comienza a jugar con el pie, controlándola pegada al piso, va al comedor y da botes suaves contra la pared, total ya no le dice nada. Deja de chutear, los golpes a la puerta de entrada interrumpen el juego. Mamá sale de la cocina secándose las manos y mira hacia el lugar de donde proviene el ruido. –¿Abro?– Pregunta Mati, los golpes eran muy persistentes. –No, no… déjame a mí–. Ahora la puerta parecía que se iba a salir del quicio. –Sale, que sabemos que estás ahí.– Mati abre los ojos y mira a su mamá. –Vieja comunista…– siguen gritando y pateando la puerta. –Anda a la cocina, quédate ahí… No te asustes– le dice mamá. Se agacha a su altura, le pone la mano en el pecho y le da un beso. –Abre la puerta vieja de mierda, te llegó la hora… –Te dejé comida. Yo me voy con ellos. No hagas ruidos, viene la abue Margarita. Escucha que su mamá dice fuerte: “¿a dónde me llevan?”. Y unas voces de hombre responden: “cállate vieja” y muchas palabras que no se dicen. Se sienta en un rincón de la cocina, el piso helado, las rodillas pegadas al pecho, los dientes apretados y las manos tapando los oídos. La puerta se cierra fuerte y el sonido queda rebotando, hasta que el silencio se apodera de la casa. Con los ojos entrecerrados mira a las hormigas que se llevan el azúcar que dejó en la mañana, son miles.
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