El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

204 El tejido de la memoria Con un miedo que recorrió todo nuestro cuerpo, detuvimos inmediatamente la actuación, junto a un escalofriante murmullo del público presente. Cuando el comandante con su robusta corpo- ralidad y una brutal voz ronca gritó que estábamos todos detenidos, me percaté de que entre los uniformados estaba Mario Díaz, un exa- lumno del Liceo, militante de Patria y Libertad y que fuera inspector ese primer año de la Dictadura. … Él sabía de mi militancia comunista y que yo era miem- bro de la Brigada Ramona Parra, que llenaba de color los muros de la ciudad con propaganda política y murales del Mono González, del “Cura” y el “Angela Davis” (estos dos últimos, eran unos incóg- nitos estudiantes de arquitectura). Desesperado, traté de encontrar alguna forma de escapar por alguna puerta que estuviera en el muro trasero del escenario y que yo suponía daba a un patio interior de la Universidad. Fue infructuoso. No di con nada. ¡No pude! Nos subieron a todos a unos destartalados buses que estaban dispuestos en la calle Ecuador. Éramos unas 150 personas o más. Nos llevaron a una comisaría cercana. No viajamos mucho tiempo en esos buses o el tiempo pasó muy rápido mirando la noche brumo- sa. No sabría decir si esa extraña bruma era por la suciedad de las ventanillas o por mi angustia. Recuerdo una casa antigua y un patio grande… una multi- cancha podría ser, con un pavimento duro gris azulado y reflejos de una luz artificial que caía de muy alto. No recuerdo haber visto la fuente de esa luz, pero sí oí mi nombre, después de estar horas for- mados en una fila que coincidía casi perfectamente con el eje de la cancha. Enfrentábamos directo al arco. Me separaron de la fila y me trasladaron a empujones, junto a otros nombres, a un estrecho recinto que no era completamente un interior, era un porche y hacía frío, mucho frío. Éramos cuatro nombres seleccionados.

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