El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
194 El tejido de la memoria propias manos”. Después ocultaron sus cuerpos en algún lugar del descampado. Solo el viento y la arena del desierto alisaron con amor las anónimas tumbas perdidas por muchos años. Esa misma noche, la primera de nuestro aislamiento encontré en el rellano de la puerta unos cigarrillos y una caja de fósforos. Le pasé uno al guatón en la celda del lado, fumamos en silencio, mientras el humo ascendía lento y la vida se nos iba en esa nube gris que traspasaba los barrotes, alejándose irremediablemente. Estábamos solos, muy solos con nuestros pensamientos. ¿Qué será de mi mujer? ¿De mis hijos? ¿De mis padres? Creo que al quinto día nos sacaron de ahí, volvimos al dormitorio colectivo. La cárcel de Copiapó había retomado su trajín habitual, con visitas a los presos, el rancho, las carretas y el devenir en medio de esos días terribles, cargados de incertidumbre y una pena profunda. Un buen día el alcaide nos llamó. Nos dijo. –Ustedes están rematados, lo mejor es que pidan el traslado a Santiago, cerca de sus familiares, aquí corren peligro. Así lo hicimos, al mes nos comunicaron que el traslado se haría con paradas en cada una de las cárceles hacia el sur, la primera sería Chañaral. Llegó el día, a mí y al guatón nos subieron a un carro de gendarmería con otros presos comunes. Ese viaje no lo olvidaría jamás, tampoco los rostros, el recuerdo de nuestros amigos y entrañables compañeros asesinados, perdidos para siempre por sus familias. Dejábamos la fraternidad entre hombres dignos, valiosos, cuya vida les fue arrebatada tan violentamente. Su historia había surgido de los campamentos mineros, crecido con el sueño que constituía el cobre para Chile, esa patria que se levantaba con el empuje y entusiasmo de los trabajadores, esa sufrida tierra del norte del país. A ella pertenecían mis hermanos; Benito Tapia, presidente de los mineros, Magindo Castillo, presidente de los trabajadores de la fundición, Ricardo García, gerente general de COBRESAL y Winston Cabello, compañero de universidad, jefe de la oficina de Planificación en Copiapó.
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