El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
192 El tejido de la memoria ira, cayó en cuenta que ya no era el momento, no se podía continuar con la masacre de detenidos acaecida el día anterior. Ese horrible hecho había sido un golpe fulminante a su autoestima, su honor militar, tuvo que permitirlo, quiso oponerse, pero no pudo, cobardía o la debida disciplina, como usted quiera, apenas pudo soportarlo, a esta altura la comitiva encargada del sucio asunto había partido, abandonado la localidad. Así que, sin dudar, dio la orden. –¡Llévenlos de vuelta a la cárcel! A su lado, dos oficiales jóvenes intervinieron, reclamando. –¡Pero comandante! Déjenlos con nosotros y terminamos la tarea, tenemos corvo y balas. A penas los miró e hizo caso omiso. Estaba hastiado, algo pesaba en su consciencia. Nuestro grupo, de cinco detenidos había sido sacado intempestivamente de la cárcel y llevado a la comisaría de El Salvador justo antes de que pasara la Caravana de la muerte. Esta había llegado en helicóptero proveniente de La Serena, con el general, sus oficiales y sus instrucciones enviados desde lo más alto. Un golpe ágil e inteligente, planeado por un oficial antigolpista, tuvo por efecto sustraer otras posibles víctimas en un momento tan decisivo. Transcurrido lo peor, para el comandante ya era tarde, las cosas se habían echado a perder. Ya el día anterior los familiares de los detenidos, al constatar sus ausencias y sin obtener explicación alguna, realizaron una valiente manifestación frente al regimiento, clamando por sus prisioneros; temían lo peor. Ignoraban que sus seres queridos habían sido arrancados de la cárcel en plena noche, después de leer una fatídica lista, arrastrados a un camión, fuertemente custodiados. El viaje había durado veinte minutos hasta que el camión se detuvo en un despoblado, los bajaron a golpes de culata y patadas, luego los masacraron, uno a uno, sin ninguna compasión. A continuación, y en secreto, con los cuerpos todavía tibios, sangrantes, sus ojos abiertos, habían sido sepultados, en el mismo desierto, mientras la luna y los faros de los vehículos
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