El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
179 50 años del golpe de Estado en Chile Hoy no creo en los partidos políticos que tenemos, porque, en general, sus integrantes están más preocupados de sí mismos que de los problemas, las desigualdades y carencias que afectan a un alto porcentaje de la ciudadanía. Tenemos un bienestar de objetos, de co- sas que es posible comprar, de viajes que décadas atrás era imposible hacer, pero el modelo genera y profundiza problemas mayores en las áreas vitales impidiendo el acceso digno a salud, educación, trabajo, vivienda digna. Asistimos a una crisis mayor, en tanto tiene caracte- rísticas planetarias que requerirá de transformaciones estructurales. En nuestro caso particular, desde el 11 de septiembre de 1973 el Estado de Chile, con pleno conocimiento y consentimiento, amparó y promovió crímenes tremendos que se han definido desde la segunda guerra mundial como “crímenes de lesa humanidad”. Todavía hoy no tenemos un listado definitivo que incluya a todas las personas afectadas por la dictadura, pero las cifras son estremecedoras por sí solas: 150 niñas, niños y adolescentes fueron ejecutados y 40 de ellos víctimas de desaparición forzada; 150 mu- jeres embarazadas fueron ejecutadas o desaparecidas; 700 niñas, ni- ños y adolescentes quedaron huérfanos; 1193 personas adultas desa- parecidas y, de ellas, solo cerca de 300 han sido identificadas. La cifra más o menos oficial señala que 40.175 personas fueron víctimas: ejecutados políticos, detenidos desaparecidos, presos, torturados; también, hubo personas asesinadas fuera del país… la gran mayoría solo por pensar distinto o apoyar el gobierno de la Unidad Popular. Lo irreparable que puede provocar una suma de acciones irracionales, agresivas, criminales, no se puede reparar, pero la jus- ticia puede y debe entregar las sanciones correspondientes a quienes estén concernidos. Entregar también respuesta a las numerosas fa- milias afectadas, a la sociedad y también a la humanidad, porque desde allí podrá ser posible aprender, algún día, a no repetir las mis- mas conductas ni a sentirse amparados por una impunidad irres- ponsable.
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