El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
169 50 años del golpe de Estado en Chile ciertos sufrimientos, para vadear un terreno cenagoso, donde aguar- dan ciertas reflexiones con sabores amargos. Una sensación difusa, extraña, inasible; un sabor a hiel que visita la garganta. De alguna forma comprendo hoy, cuando escribo estas líneas, que he tratado de exorcizar su nombre, aunque parezca lo contrario. Y no ha sido por cobardía, ni por vergüenza, ni por neutralidad, ni oportunismo, ni conveniencia, sino porque intuyo que entraña una reflexión pen- diente para mí, para todos nosotros. No estuvimos a la altura, no lo estamos ahora, mucho menos... En 1969 lo vi muy de cerca por primera vez, cuando aún no se convertía en el abanderado de la Unidad Popular. Fue en una mag- na fiesta organizada en su honor por el empresario Marcos Smirnow (dueño de los talleres gráficos homónimos). Smirnow, un hombre rico, comprometido, grandote, gozador de la vida y divertido, vivía en una enorme casa en el barrio Gran Avenida, en la época en que Santiago no estaba segregado por situación económica, como ahora. Allí mantenía fudres gigantescos donde se maceraban los vinos de fabricación propia, rotulados como “Viña Conchetuma”, un chiste de poca monta. En esa mansión organizó un almuerzo al que invitó a unas trescientas personas muy influyentes: intelectuales, artistas, empre- sarios, políticos y a mí, que por entonces tenía la friolera de trece años. Fui con mis padres y descubrimos –con cierto horror– que mi nombre estaba asignado a una mesa diferente a la de ellos. Los tran- quilicé diciéndoles que no se preocuparan por mí, que me las arre- glaría de alguna forma. Las mesas –había más de cien– tenían escritos los nombres de los comensales. El mío aparecía junto otros tres: Jorge Inostroza (autor de “Adiós al séptimo de línea”, que yo había leído reciente- mente con entusiasmo, auténtico best seller de la épica sobre la gue- rra de 1879 contra la confederación peruano- boliviana; de otra parte un reaccionario de tomo y lomo que nada tenía que hacer allí). El
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