El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

168 El tejido de la memoria El hombre de las gafas enormes Diego Muñoz Valenzuela La primera vez que vi en persona a Salvador Allende fue en un mitin para las elecciones presidenciales de 1964, como candidato del FRAP (Frente de Acción Popular). Yo estaba feliz, instalado so- bre los hombros de mi padre, observando a ese señor de lentes con marcos tan gruesos hablando desde una improvisada tribuna en los alrededores del Parque Forestal. Su discurso estaba lleno de pasión y, aunque miraba de vez en cuando unas cuartillas invisibles, parecía que las palabras brotaban de su corazón y no desde una reflexión cuidadosamente fabricada. Yo era un niño, incapaz de vislumbrar el significado completo de su discurso, pero sí pude advertir la conta- giosa emoción que emanaba ese hombre entrañable. Describía un mundo nuevo, esbozado en sus sueños, mientras flameaban estan- dartes azules desde donde sonreía un sol pleno de ilusión. Como yo era un niño, no sospechaba la importancia que el hombre de profusos anteojos iba a tener en mi vida, así como en la de millones de chilenos en los años venideros. Menos todavía po- día adivinar los sentimientos que ahora me embargan ante la sola mención de su nombre, emociones que van intensificándose con el transcurso del tiempo. ¡Cuántas veces evité pensar en su ape- llido, aunque lo hubiese gritado mil veces, transmutado en consig- na poderosa, aunque lo hubiese pintado en los muros de la ciudad, trasminado de lágrimas y risas! Para evitar el dolor, para enterrar

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