El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
161 50 años del golpe de Estado en Chile Los libros comenzaron a caer sobre unos sacos de arpille- ra, fueron arrastrados hacia el patio. Dos pisos de gruesos tablones contrachapados eran vaciados poco a poco. Ya amanecía. Mis ojos se abrieron tremendos y mi voz interpretó uno de los gritos más do- lorosos que jamás había emitido. Un “no” larguísimo, miles de oes frenéticos estremecieron la sala, a mis padres y hermanas. Tan largo y delirante fue mi grito que uno de los militares pidió a mi papá que me hiciera callar. Todo porque esos hombres se llevaban las historie- tas más preciadas de mi vida, y que mi papá mandó a empastar, dos tomos con tapas gruesas brillantes y frescas, color verduzco. Desde la revista número uno. En eso fue que mi papá apretó mis flacuchentos bracitos para que no me acercara a esos soldados de plomo. Y me contuvo. Me abrazó y vi lágrimas impotentes en todos los rostros de los míos. Yo no tenía idea del peligro, de la maldad ni menos de cómo sería la muerte. Entonces contemplaría pasmado lo que vendría después. II El 30 de octubre de 1968 yo tenía cuatro años, cuando se lanzó al mercado una de las revistas más didácticas que marcaron la infancia de miles de niños chilenos. Yo no leía ni escribía. Hacía puros rayones por ahí y por acullá. Hojear aquella revista era un deleite. Oler la tinta y sentir la textura de las hojas –como de muchas enciclopedias que cubrían las repisas de los hogares del país–, hacían cerrar los ojos. Los colores y personajes, tiras cómicas, historia universal, datos, fotos y hobbies, inundaban la imaginación y la realidad. Mixtura de texto literario y no literario. Pero años después, en 1971, con siete años de vida, yo ya po- día deletrear y entender conceptos, imágenes y redacciones. Mi papá se encargaba de proporcionar esa historieta las veces que se colgaban coloridas en los quioscos.
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