El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

155 50 años del golpe de Estado en Chile media margarina y cuatro panes. Un día me mandó a comprar una bolsita de ají en salsa roja y como era chiquitita y entretenida me puse a jugar con ella tirándola para arriba y atajándola para que no se cayera al suelo, como malabarista y en una de esas la apreté más de la cuenta y se me reventó y llegue con el ají desparramado en mis manos. Mi mamá al verme se preocupó de que lo dejara en un plato y de paso me sacó la mugre, me mechoneó bien mechoneada, me fui a llorar al patio mientras con un estropajo limpiaba mis manos. Dejé de hacerlo al tiro porque había vecinos conversando al lado de la reja. Ahí me enteré de que el vecino que vivía al lado de mi casa y que era pinche de mi mamá, se tenía que ir, decían, a otro país, porque en cualquier momento lo pillaban, ¿de qué? y¿ por qué? No sé. Pasaba la mayor parte jugando al luche sola, no era de tener amigos y mis hermanos jugaban entre ellos. Mi mamá fue a una re- unión de vecinos donde decidieron que van hacer un comedor comu- nitario, donde se organizaron en grupos, porque hay muchos vecinos sin trabajo y cuesta parar la olla. Una semana le toca a mi mamá ir a ayudar a la cocina y yo me quedo cuidando a mis hermanos para luego llevarlos al comedor. Lo disfrutaba mucho porque la comida era rica y mejor que la de mi casa, habían muchos niños y los do- mingos no se asistía y se extrañaba, era el día más pobre de nuestro hogar, a veces no había plata para pan y con mis hermanos salíamos a pedir fuera de la población o nos ofrecíamos a barrer las veredas, de esas casas con patios gigantes de Colón hacia abajo, quedábamos pasmados con algunas que tenían muchas ventanas, eso quería decir que cada ventana era de un cuarto. Si nos iba mal caminábamos hasta encontrar una iglesia donde el curita era muy buena gente, él nos convidaba un vaso de leche con chocolate y un pan, además de darnos lentejas, porotos, arroz, harina y nos íbamos recontentos y apurados, porque ya era retarde. Están todos los vecinos, casi todos hombres, juntos en la esquina, me acerco y hablan de un nuevo trabajo que hará el gobier- no PEM (programa de empleo mínimo), lo repetían mucho, unos

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