El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile
130 El tejido de la memoria literatura, y era allí, entre las aulas, donde encontré mi refugio”. Su voz se quebró al recordar el fatídico día del golpe. “Ese día no salí de casa, y agradezco al universo que no lo hice. Estaba embarazada de seis meses”. El tiempo hizo mella en su carrera, siendo despedida en menos de un año. Pero no era su puesto lo que la atormentaba. Sus dedos temblorosos jugaban con el borde de su taza mientras decía: “Lo que más me duele, aun después de todo este tiempo, es recordar a mis estudiantes muertos. Ellos no tenían culpa, no tenían nada que ver”. Sentí un nudo en la garganta cuando escuchaba cómo se le iba quebrando su voz. Como profesora, coincidentemente en la misma institución, comprendí la profundidad de su dolor de una manera que nunca antes había percibido. Después de horas de conversación y recuerdos compartidos, me levanté para despedirme. Las siluetas de mis tíos, marcadas por el paso del tiempo, quedaron a contraluz en el umbral. Esa tarde se caía el cielo en Madrid, la peor lluvia en décadas, así que mi tío Pepe me regaló una de sus chaquetas de moto favoritas, y luego de darme un beso en la mejilla, se quedó sentado en su asiento mientras yo me iba. Mi tía, con voz quebrada, me susurró: “Hija, no vengas a los funerales”. Esas palabras me desgarraron por dentro, porque sabía que tenía razón y que probablemente no volvería a verlos.
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