El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

124 El tejido de la memoria En medio de las circunstancias, este aspecto físico pudo gatillar el instantáneo calificativo de “comunista” de parte del oficial. Luego, otro uniformado se anticipó preguntándome –¿Y qué estabas hacien- do aquí, huevón de mierda?–, fueron algunas de las interrogantes que exclamaron y a las cuales yo me limité a contestarles –Como ven, estaba leyendo, estoy a una cuadra de mi casa y me gusta venir a leer aquí. –¿Y qué huevadas estás leyendo?– dice el oficial mirando las cubiertas de mis libros; y luego exclama –Leyendo a Neruda ¡ah! otro comunista igual que tú, hijo de puta–. Y luego agrega –¡Arriba, ponte de pie y con tus libros en la cabeza, empieza a caminar, ya! En cuanto me puse de pie y llevé los libros sobre mi cabeza, un oficial me golpea por la espalda con la culata de su fusil y me dice –Camina al centro, hijo de puta–. Y mirando a sus subordinados les ordena: –A rodearlo en un círculo porque a este lo vamos a liqui- dar aquí mismo–. Veo que los carabineros me rodean apuntándome con sus armas a solo metros de distancia. Yo estaba como aturdido, como sin comprender ni poder procesar lo que estaba ocurriendo, aunque creo que sí temblaba de pies a cabeza ante tan terrorífico momento. Entonces escucho al mismo oficial que ordena –A ver, a ver, mejor llévenlo al camión con los otros huevones terroristas. Entonces, nuevamente, a empujones e insultos empiezan a conducirme hasta donde estaba estacionado el camión. Me llevan ca- minando mientras voy sosteniendo los libros sobre mi cabeza. Luego de caminar por algunos minutos, desde la distancia miré hacia la casa y pude ver a mi hermana Olga y a mi cuñado Albertino quie- nes ya se habían percatado de lo que estaba ocurriendo y miraban desde cierta distancia cómo yo era conducido por los carabineros. Al acortarse la distancia, recuerdo, hubo una mirada silenciosa que nos cruzamos con mi hermana en medio de la mayor impotencia, de mirarse y no poder decirse ni hacer nada. Ese fugaz momento me dolió mucho y me sentí tan culpable de haberlos expuesto también a ellos a sentir similar impotencia. Seguimos de paso luego de esta breve y silenciosa estación de vía crucis frente a mi hermana hasta

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