El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

123 50 años del golpe de Estado en Chile Así, después de almorzar y sintiéndome un tanto fastidiado de tanto estar encerrado en casa y sabiendo que había permiso para movilizarse (creo que ese día el toque de queda empezaba a partir de las seis de la tarde), me pareció una buena idea salir de casa. Como nadie sabía entonces cuán larga sería la extensión del golpe, se me ocurrió que, como en algún momento habría que volver a la universidad, sería bueno no olvidarse de las clases y entonces tomé dos libros para llevarme conmigo: uno era El Quijote de la Mancha y el otro, Pablo Neruda, obras escogidas I, libros que aún conservo conmigo en mi residencia en California. Estos dos libros los tenía a mano porque justamente los estábamos estudiando en clase. En realidad, no era esa la única razón para leer a Neruda, sino que tam- bién porque todo lo que estaba sucediendo en Chile en ese momento no podía dejar de recordarme las atrocidades descritas en versos de España en el corazón , obra que el poeta dedicara entonces a las víc- timas de la Guerra Civil Española de 1936. El hecho es que con estos dos libros bajo el brazo salgo a caminar hacia la parte posterior de la casa y en dirección hacia la ribera del río Mapocho, que quedaba a pasos del patio trasero. Este era un lugar que yo frecuentaba por la tranquilidad que ofrecía, un lugar silencioso, solo interrumpido por la música que traía el rumor del río, mientras serpenteaba entre montoneras de arena y camas de hierbas. Era un lugar ideal para leer o para escaparse del bullicio de la ciudad y del entorno. No recuerdo cuánto tiempo habría transcu- rrido desde el instante que llegué a ese sitio y el momento en que mi lectura fue abruptamente interrumpida cuando sentí que una patrulla de uniformados corría hacia mí apuntando sus armas ame- nazadoramente y profiriendo palabras de grueso calibre. – ¡ Aquí hay otro hijo de puta; estos son los huevones comu- nistas que estamos buscando!– gritó uno de los uniformados. Debo decir que, como era de moda entonces ya por ser jóvenes progresis- tas o influenciados por el jipismo o jóvenes rebeldes o seguidores de Serrat, yo también llevaba barba y pelo largo en esos tiempos.

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