El tejido de la memoria: 50 años del Golpe de Estado en Chile

114 El tejido de la memoria El suboficial Arriaza vivía frente a nuestra casa. Tenía mu- chos hijos, algo así como siete u ocho, no recuerdo muy bien, pero de lo que sí me acuerdo era de su locura y el maltrato que le daba a su familia. Yo me hice amigo del “Billetera”, que era un par de años mayor que yo y que en el futuro, junto a su hermano, serían recono- cidos lanzas internacionales. El Bille me contaba con lujo de detalles las barbaridades que los hacía pasar. A veces los dejaba en el patio en pleno invierno, luego de haberlos golpeados sin contemplación, y sin ningún motivo a veces. ¿Por qué me preguntaba entonces, a qué se debe tanta brutalidad? Arriaza cumplía labores especiales en Tejas Verdes. Torturaba y mataba de ocho a cinco me decía mi papá y luego se iba a su casa. ¿Cómo era posible tamaña aberración? Era amigo del paco Medel al que yo le temía con ese miedo paralizante y frío que te impide pensar y hablar claramente. Nunca andaba con uniforme y siempre lucía una barba de días. Se perdía por meses y cuando volvía iba a ver al Arriaza y se pasaban el día bebiendo. A veces venía a mi casa. Siempre con ese abrigo largo es- pantoso y con un cigarro eterno en la boca. Le venía a pedir “ayuda” a mi papá para reparar cualquier cosa en su casa, cosa que a mi viejo le cargaba. Tenía los ojos hundidos y la piel amarillenta y su familia lo había abandonado por motivos que los mayores balbuceaban a escondidas y que acallaban ante cualquier mirada preguntona como la mía. El Arriaza tenía una hija que me saludaba cada vez que iba al colegio. Habíamos conversado un par de veces y a veces nos íba- mos juntos en la micro que nos acercaba a estudiar, aunque nunca sonreía. El “Billetera” la encontró colgada del árbol del patio de su casa. Tenía quince años y el horror me tuvo con fiebre y en cama por semanas. Un día papá volvió. Flaco, como perro apaleado. Los ojos hundidos en las cuencas, la piel cetrina, magullada, como con cos- tras de sangre. Caminaba lento, arrastrando los pies y con las manos

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