América es la casa. Arte mural y espacio público en Chillán

la indolencia y la inconciencia de quienes nada hi- cieron para que sus imágenes no desaparecieran. Aquel encuentro con México habría de rei- terarse en mi vida. En 1964, gané una beca de la UN ESCO para hacer estudios en México. Lo pri- mero que h ice en tierra azteca fue segu ir la huella de Siqueiros y deslumbrarme con sus imponentes murales; imposible no sentir las mismas sensac io- nes con los otros gigantes de ese oficio: Diego Ri - vera yJosé Clemente Orozco. En 1974, regresé a México como ex iliado político, bajo cuyo alero permanecí 15 años. Nue- vas oportunidades y nuevos horizontes que COJY1 • prometen para siempre aquella noble solidaridad. En esta larga permanencia, el reencuentro con Siqueiros habría de extenderse y profundi- zarse. Varias veces visité el Polyforum Sique iros y permanecí horas contemplando el imponente mural sobre L11 marcha de la IJJ11JJanidad; lo mismo h ice en oti·os lugares con otras obras también cau- tivantes. En estas visitas tuve la oportun idad de escuchar a magníficos guías explicar sus obras con verdade,·o profesiona lismo, quienes no sólosatisfa- cían la curiosidad del turista, si no también desper- taban sed de co,iocimientos. Busqué libros sobre el muralismo mexicano y comprend í pronto que, sin aproximarse medianamente a la historia de la Revolució,1 Mexicana, no era posible comprender este fruto plástico de aquel acontecimiento h istó- rico. Entre los libros que encontré fue esclarecedor leer la autob iografía de Siqueiros El Corone/azo, en el que se acerca a su genialidad volcánica, a la teo- ría que orienta sus obras, al político q ue se rebeló por las necesidades y anhelos de los postergados de la sociedad Mexicana. Tuve el privilegiode conocer a Raquel Tibol, estudiosa del mura lismo mexicano, siempre dis- puesta a explicar con sabiduría y orgullo las herra- mientas, los materiales y las nuevas concepciones plásticas que habría11 de integrar las famosas pos• tales que han recorrido el mundo como uno de los símbolos más potentes de la Revolución Mexicana. De regreso a Chi le, a cargo de la e<litorial de la Universidad de Concepción, recibí en mi ofi- cina al inolvidable amigo Antonio Fern ández, di - recto,· de la Pi ,iacoteca de la Uni versidad de Con• cepción, para proponerme la recdición e,1 Ch ile del libro de Siqueiros Cómo se pi11ta 1111 11111ral, que había tenido en Méx ico tres ediciones. Recuerdo haber reformulado el escuálido presupuesto ele la editorial par,1 .isumir b propuesta de Antonio. En realidad sentí que desde el fondo de mi ser las ligas con México prcsio,iaban. Pudimos hacer una her- mosa edición en blanco y negro, el presupuesto no dio para más, pero en la portada lució a todo color el Mu ral de la Escuela México de Chillán, que tie- 1 e en este libro un ,1fuate presencia. Por esta razón, 111<' dirigí al alcalde chilla• nejo de la época, a quié,1 envié un ejemplar y le propuse lo adquiriera para la Biblioteca de la Es- cuela México, también para todas las escuelas mu- nicipales, la Biblioteca Mun icipal y para la Oficina de Turismo. Sin embargo, estl' mensaje no tuvo respuesta. Aquella act itud sería el comienzo de la revelación que tendría al reencontrarme con C:h i- llfo; la increíble inconciencia de lo que significaba el Mural de Siquciros para sus autoridades. El resto es hi storia conocida . Para terminar estos recuerdos, quisit'ra reiterar mi admiración por ese ..México florido y espinoso" del que nos habló Neruda y que las cir- cunstancias de la vida instabron para siempre e,1 mi corazón . Alejandro \ Vitker T;.i llcr tic Cultur,1 Rcgio n.11Uni\•cr.;itl ,1tl dd Bío-8 ío 193

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