Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

Espectáculo en la era de la felicidad / Federico Galende – 97 En El malogrado, Thomas Bernhard 12 construye una pequeña pieza sobre la en- vidia rememorando el momento en el cual el pianista Wertheimer tiene la desgracia de escuchar, en 1952, la ejecución que Glenn Gould hace de las Variaciones de Gold- berg. Werthemier no pudo reponerse de eso, creyó entender que si alguien tocaba las variaciones así, ya nadie más podría tocar las variaciones, ya no podría tocar más las variaciones ni el piano. Se suicidó al poco tiempo; se ahorcó de un árbol que queda- ba a unos pasos de la casa de su hermana. Creyó entender algo, pero entendió mal: Gould no tocaba el piano para que nadie más tocara el piano; tocaba el piano para mostrar que se podía cometer una buena herejía contra los académicos de su tiempo y ser a la vez un pianista eximio. Keith Jarret o Chick Corea lo entendieron bien; ahí está ese fabuloso documental en la Isla de Vita, donde Miles Davis los confina a tocar un hammond o un pianito eléctrico y los dos sacuden sus cabezas extasiados, arrancándoles a esas porquerías los sonidos que les enseñó Glenn Gould. Si retornamos al tema de la felicidad: no hay eras de la felicidad ni ningún paraí- so que alcanzar; hay felicidad en la supresión de las eras y en la lucha incesante de los hombres por alcanzar lo que no importa si existe. 12 Thomas Bernhard, El malogrado (1983; Madrid: Alfaguara, 2011).

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