Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
96 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento Rancière – esta crítica nos hacía reír de los imbéciles que tomaban las imágenes por realidades y se dejaban seducir así por sus mensajes ocultos. Entretanto, los imbé- ciles fueron instruidos en el arte de reconocer la realidad detrás de la apariencia y los mensajes ocultos en las imágenes. Y ahora, desde luego, la critica reciclada hace que nos riamos de esos imbéciles que todavía creen que hay mensajes ocultos en las imágenes y una realidad distinta de la apariencia” 11 . La máquina puede seguir funcio- nando así hasta el infinito. No es ilógico que, en un país relativamente obsesivo como Chile, la irrupción no obsesiva de las energías estudiantiles durante el 2011 hayan recibido este juicio de parte de muchos: “al final, no se consiguió nada, no se logró nada”. Pero la verdad es que se consiguieron muchas cosas, partiendo porque se tensionó la verticalidad construida en el espacio en común. Confiando en los modos de potenciación que subyacen a las prácticas de la vida colectiva, la política tiene más que ver con la per- formance que con la teoría. Lo que puede ser discutible. Esto es: en el 2011 no se con- siguió nada si el asunto se mide en términos de si se alcanzó o no, por fin, el paraíso perdido del cual se hablaba al principio, o se sigue sumido en una vida alienada; no se consiguió nada si todo se mide en términos de emancipación total o total aliena- ción. Pero se consiguió mucho si el asunto se mide en términos de reconfiguraciones del espacio común, en términos de una erosión del ciclo de la impotencia y una apa- rición, o asomo, de nuevos modos de potenciación. En otras palabras: no pasó nada si el problema lo enfocamos desde una teoría crítica del espectáculo, la cual pudo ser crucial en el contexto horroroso de 1936 pero no necesariamente en este; pues si uno lee el asunto en términos de asomos productivos de nuevas formas de subjetivación, entonces sí pasaron cosas. Lo siguiente es una anécdota: el poeta chileno Óscar Hann, quién vive en Es- tados Unidos pero estaba de paso por el país, dio una pequeña conferencia sobre el estado de la producción poética en Norteamérica. Cuando terminó la conferencia, la pregunta no se hizo esperar: “¿y quién es, en este momento, el poeta número uno en Estados Unidos?”. Evidentemente es la pregunta de alguien que está acostumbra- do a que siempre exista un número uno, un número uno respecto del cual el número dos espera a que se muera de una vez por todas para poder subir un escalafón en el ránking, como Parra esperando a que mueriera Neruda, para luego poner a esperar a Zurita que muera Parra, y así. Entonces, Óscar Hann respondió lo único que cabía responder en ese momento: “no hay un número uno, no hay un ránking; hay poetas, constelaciones de escritores, procesos heterogéneos de producción poética, poetas que escriben para que otros poetas escriban”. 11 Jacques Rancière, El espectador emancipado (2008; Buenos Aires: Manantial, 2010), 51.
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