Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

92 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento de la pérdida 2 . Ese es el problema. Pero respecto de ese problema no sabemos algo, sino que, como Lacan lo ha insinuado más de una vez, sabemos a algo 3 . El problema es entonces aquel de un cierto núcleo de verdad material irreductible a todo saber, una suerte de sensación sin forma que tratamos de traducir a ciertas representacio- nes, como lo hace, por ejemplo, el artista que traduce un pensamiento sin forma a la forma incompleta de un jeroglífico o un poema o cualquier otra cosa. Como lo hacemos, a la vez, cada uno de nosotros cuando reintegramos fragmentos sueltos de nuestras vidas a un relato histórico construido. Como el inconsciente, es lo que no se presenta en todo lo que se presenta, lo que siempre nos habla a través de sus representantes – los sueños, las fantasías, los significados que constelamos – ; lo que tenemos es una verdad histórica, una verdad que elaboramos en y con los otros. En el descalce entre esta verdad histórica elaborada y esta verdad material sin forma, hay malestar: el malestar propio de un flujo despojado de inscripción en una inscripción que no tiene flujo 4 . Se supone que los neuróticos aceptamos, no sin una irreductible cuota de des- dicha o resignación, esta falta de lo material en los procesos de temporalización y en los modos de construcción de vida que ponemos en juego. Esto no es un drama, es la historia misma; pero no nos gusta la historia, no nos gusta que la historia sea sólo esto. De alguna manera se podría decir que la verdad está en la historia, pero que la historia no es la verdad. De aquí en adelante, vivir bien ya no es un equivalente de ser feliz. Vivir bien es perder una porción de nuestra felicidad en una forma de vida que construimos con nuestro mayor esfuerzo, una vida que como forma porta el malestar de que al final nosotros pertenecemos más a ella que ella a nosotros. La felicidad, en cambio, tiene que ver con que las cosas se consiguen mágicamente. Los niños aprenden esto el día que descubren que, en el mundo, las cosas no son mági- cas, sino que se consiguen por medio de la responsabilidad y del cumplimiento de ciertas reglas. Es el instante de mayor desilusión, un instante ciertamente duro, el instante en el que pasamos de la vida inútil a la vida productiva. Lo curioso es que el arte experimental más revolucionario del siglo xx trató por todos los medios de forzar esta desilusión, resumida, por ejemplo, en el abc del teatro épico de Brecht: ¡Suban los telones, muestren que detrás de ellos no hay magia sino trabajo! Nos encontramos aquí ya con el espectáculo. Pues de alguna manera la revolu- 2 Sigmund Freud, “Duelo y melancolía,” en Obras Completas de Sigmund Freud , vol. 14 (1915; Buenos Aires: Amorrortu, 1992), 235-256. 3 Cf. Marcel Czermak, “¿Qué es lo que nos morfa?,” en Charles Melman y otros, La Oralidad (Seminario) (Rosario: Homo Sapiens, 1993). 4 Se hace aquí referencia a la distinción realizada por Freud entre “verdad histórica” y “verdad material”. Cf. Sigmund Freud, “Contrucciones en el análisis” en Obras completas de Sigmund Freud , vol. 23 (1937; Buenos Aires: Amorrortu, 1991), 268-270; Sigmund Freud, “Moises y la religión monoteista” en Obras completas de Sigmund Freud , vol. 23 (1939[1934-38]; Buenos Aires: Amorrortu, 1991), 123-126.

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