Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

Espectáculo en la era de la felicidad / Federico Galende – 91 Espectáculo en la era de la felicidad Federico Galende Espectáculo en la era de la felicidad alude, irónicamente, a algo que no existe, no existió ni probablemente existirá nunca. Existen las eras, pero las eras no son ellas mismas felices y, por otro lado, existe la felicidad, que no alcanza nunca el tamaño de una era. La era de la felicidad no existe, entonces, porque entre ambos términos hay una contradicción: mientras la palabra “era” alude a una determinada cantidad de tiempo, a un tiempo recortado en un flujo, la palabra “felicidad” remite al instan- te, a la discontinuidad, a la acumulación de una tensión que estalla y es efímera. Es cierto que una era cualquiera puede tener un lado que da hacia los sueños o hacia la felicidad, pero es parte de la vida que ese lado escape a nosotros cuando lo vivimos en estado de ingenuo presente. Por eso autores tan distantes entre sí como Gramsci y Borges pudieron pronunciar una misma frase: “le tocó, como a todos los hombres, un tiempo difícil en que vivir”. Los tiempos son difíciles, siempre son difíciles. La frase está en el origen mismo del psicoanálisis, el cual de alguna manera se funda sobre una falla constitutiva en la economía política de la felicidad. Sabemos cómo se resume esta falla: la intensidad del placer es inversamente proporcional a su duración. Llamamos principio del placer a un principio que necesita de un rodeo, de una parada en la desdicha o en el displacer, para intensificarse. Un principio que tie- ne una economía díscola, que nace levantándose la mano a sí mismo y que es de por sí neurótico, incluso si los hombres no le interpusiéramos nuestra moral o nuestra culpa y lo liberáramos a su propia suerte. Por eso en el Malestar en la cultura se nos dice que la felicidad vive en la excepción, mientras que la desdicha nos amenaza des- de todos lados: nos amenaza desde el propio cuerpo, nos amenaza desde las expec- tativas que depositamos en el otro, nos amenaza desde las catástrofes que no vemos venir 1 . Es más fácil ser desdichado que ser feliz, aunque se puede ser feliz de haber sido un hombre desdichado y también se puede contar con la desdicha de no haber sido más que un tonto feliz. O bien, se puede ser relativamente feliz contando de antemano con una cierta pérdida o una cierta falta con la cual tenemos que vérnosla, y en relación a la cual debemos elaborar algún tipo de cosa: un relato, una escena, una pequeña historia despojada del lamento obsesivo por el paraíso que nos falta. Este paraíso que nos falta es, en la historia de la modernidad, algo indecidible; no sabemos si es un objeto tangible que hemos perdido o es una pérdida efectua- da retrospectivamente por nuestra propia fantasía erótica. Es lo que está diciendo Freud en Duelo y melancolía , eludiendo así de paso cualquier lectura esencialista 1 Sigmund Freud, “El malestar en la cultura,” en Obras Completas de Sigmund Freud , vol. 21 (1930[1929]; Buenos Aires: Amorrortu, 1992), 76.

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