Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
De la cultura del libro a la cultura de las pantallas / Serge Tisseron – 87 Este film, el cual resulta de un verdadero trabajo de montaje, está firmado – por supuesto – por un “realizador anónimo”. Actualmente, los jóvenes se encuentran tanto en las pantallas como frente a ellas. Ellos se filman, se envían imágenes, y el juego social cambia. Internet se ha vuelto un psicodrama a escala planetaria 8 . El pensa- miento teatral se ha interiorizado debido a que cada uno encuentra en In- ternet la posibilidad de vivir otras existencias. Y estas nuevas posibilidades también modifican, evidentemente, la relación que cada uno establece con los otros en la vida cotidiana. Hoy en día, toda una generación se piensa, durante una gran parte de su tiempo en vigilia, como un actor en medio de una representación 9 . Ya en 1959, durante el apogeo de la era de la televisión, Erving Goffman evocaba la presentación de sí mismo en el juego social. Él distin- guía ahí dos componentes. Primero, “la actividad total de un participante dado en una ocasión dada que sirve para influir de algún modo sobre los otros participantes.” 10 . Pero, en segundo lugar, también está el rol que jue- ga cada uno, donde jugar un rol significaba, para Goffman, llegar a dar la impresión de que se poseen realmente aquellos atributos que se da la apa- riencia de poseer (y que la actividad que ejerce tendrá, efectivamente, las consecuencias que implícitamente esta supone ocasionar). Dicho de otro modo, el rol debe ser creíble. Sin embargo, a estos dos componentes habría que agregar, actualmente, un tercero: la puesta en escena de su intimidad, de tal modo que sea imposible saber si esta es fabricada o alterada. Es lo que, en 2011, sugerimos denominar como una “extimidad” 11 . 5. Mientras que, en la cultura del libro, la distinción entre el espacio íntimo y el espacio público proviene de códigos explícitos y rigurosos, en la cultura de las pantallas ésta se encuentra constantemente remodelada. El distingo entre un espacio íntimo y un espacio público permanece como esencial para todo ser humano (es a partir de él que, en efecto, se organiza la diferen- ciación entre preconsciente-consciente, por una parte, e inconsciente, por otra). No obstante, cada cual organiza esta distinción a su conveniencia. Así, muchos artistas de hoy mezclan en su creación, explícitamente, ele- mentos de su vida privada –incluso de su vida íntima – y acontecimientos 8 Cf. Jeremy Rifkin, Une nouvelle conscience pour un monde en crise (Paris: Les liens qui libèrent LLL, 2011). 9 Cf. Dennis Brissett y Charles Edgley (eds.), Life as Theatre (New Brusnwick/London: Transaction Pu- blishers, 2005). 10 Erving Goffman, La presentación de la persona en la vida cotidiana (1959; Buenos Aires: Amorrortu, 1997), 27. 11 Cf. Serge Tisseron, L’intimité surexposée (Paris: Hachette, 2001).
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