Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

84 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento y más eficazmente ejerciendo estas tareas de manera mental. Las pantallas interacti- vas favorecen esta memoria de trabajo, permiten cultivarla en el niño y volverla más eficiente. Finalmente, la cultura numérica acepta la coexistencia de contrarios. Es un pen- samiento del tipo “a la vez que”. Su paradigma es la imagen en la cual los contrarios coexisten. Estimula la innovación obligando a romper los hábitos mentales, como en los juegos de video, donde el jugador no puede tener éxito en cada nivel sino en tanto es capaz de olvidar la estrategia ganadora que utilizó en el nivel precedente. La cultura de las pantallas favorece la capacidad de ajustarse a los cambios. Un vuelco psicológico La cultura del libro valoriza la identidad única, considerada como la propiedad pri- vada de un individuo. La identidad, una vez constituida, es un invariante del indi- viduo. El yo “fuerte y unificado, situado bajo el primado de lo genital”, es incluso un signo de buena salud psíquica. El mecanismo de defensa privilegiado es ahí la represión, es decir, un proceso inscrito en la duración temporal: un deseo prohibido es reprimido, y esta represión puede dar lugar a un “retorno de lo reprimido” o a una sublimación. Hay siempre un antes y un después de la represión. Cuando se ha pues- to en juego, ya nada es como antes. La cultura del libro da un estatuto de excepción a las formas verbales de la simbolización, a través de la palabra y la escritura. Por el contrario, la identidad se multiplica con las pantallas. El yo ya no es pro- piedad privada de un individuo, sino una ficción tributaria de las interacciones en- tre un grupo de personas y, por lo tanto, diferente cada vez 4 . Cada uno se vuelve multi-identitario. Tener varias identidades no significa, en todo caso, tener múlti- ples personalidades. Cada uno tiene la suya propia, pero está condenado a ignorarla. Ella es una “residencia virtual” 5 que las identidades múltiples permiten explorar y delimitar, jamás conocer del todo. A cada momento, nuestras identidades son como vestimentas en nuestro guardarropa. Nos las probamos a la búsqueda de nuestra per- sonalidad decididamente inasible . Las identidades múltiples y las identificaciones flotantes definen una nueva normalidad, cuya plasticidad es valor agregado; mien- tras que la antigua norma del “yo fuerte e integrado” es descalificada por su psicori- gidez. En cuanto a la patología, no comienza sino cuando sus identidades escapan al sujeto y él se vuelve incapaz de diferenciar el adentro del afuera, la interioridad de la exterioridad. Enseguida, con las tecnologías numéricas, el clivaje se impone como mecanismo defensivo que prevalece por sobre la represión. En Internet, en efecto, ningún con- 4 Cf. Dennis Brissett & Charles Edgley, “The Dramaturgical Perspective,” en Life as Theatre: a Dramatur- gical Sourcebook (New York: Adline de Gruyter, 1990). 5 Claude Levi-Strauss, “L’identité. Séminaire,” en Collège de France (1974-1975; Paris: Quadrige, 2000).

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