Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
De la cultura del libro a la cultura de las pantallas / Serge Tisseron – 81 Dos formas de pensamiento relativamente independientes de los soportes En lo que sigue hablaremos de “cultura del libro” y “cultura de las pantallas” para designar las prácticas, funcionamientos cognitivos y psíquicos privilegiados, respec- tivamente, por el libro y por las pantallas. Pero estas expresiones no deben ocultar el hecho de que las maneras de funcionar asociadas a los libros y a las pantallas existen en el ser humano independientemente de ellos. El ser humano inventó el lenguaje, luego la escritura, la cual se organizó después en el libro (primero escrito a mano, luego impreso) como un medio de objetivar y de amplificar ciertas capacidades de su mente y, por lo tanto, de aumentarlas. Pero inventó también las imágenes, las pan- tallas y los mundos numéricos llamados “virtuales” como un medio para explorar y destacar otros espacios psíquicos de los cuales el lenguaje no le permitía dar cuenta. Entonces, cuando hablamos de cultura del libro y de cultura de las pantallas, se trata de un modelo o, si se prefiere, de un paradigma, pero no de un soporte. Por lo demás, antes de la invención del libro, la cultura oral asociaba elementos de lo que, luego, fue sistematizado como cultura del libro y como cultura de las pantallas. Los chamanes podían guiarse por pictogramas para contar historias, de tal manera que el relato podía cambiar cada vez, permaneciendo sólo algunos puntos de paso estables. Es probable que, después, la repetición contribuyera a privilegiar ciertos encadena- mientos por sobre otros. Los fragmentos se agregaron progresivamente en relatos coherentes, encontrando su forma definitiva en los primeros libros. Sin embargo, el modelo de la cultura del libro sólo se volvió dominante con la invención de la imprenta. Del mismo modo, la cultura de las pantallas solamente devino un modelo cultural con el desarrollo numérico. Desde hace tiempo, el cine ha adoptado el modelo de la cultura del libro. Prime- ro, contándonos historias mudas y, más tarde, sonoras. Desde el nacimiento del cine hasta los años 2000, todos los grandes realizadores construyeron relatos lineales, mientras que el conjunto de las superproducciones hollywoodenses todavía se es- tructuran bajo este modelo: un guión, a menudo extraído de una novela, da estruc- tura a la historia. Inversamente, si la mayor parte de los grandes escritores adhirieron a la construcción narrativa – Marcel Proust y Víctor Hugo son los ejemplos más célebres –, otros siempre han intentado desmarcarse: Stéphane Mallarmé, Arthur Rimbaud y, más recientemente, James Joyce o Jacques Derrida. Estos últimos escri- tores han intentado salir de la lógica lineal tradicional de la escritura para construir
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