Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
Del artista Soberano y del arte como goce de la desinhibición / Rodrigo Zúñiga – 63 realización de un “Ideal del yo” irrealizable : la de un sujeto inmunizado, un sujeto de-marcador de su propio espacio de excepción, en el que “todo puede ocurrir” en beneficio de su propio goce. Este sujeto encarnaría – en el espacio del Arte – la coa- lescencia entre deseo y realidad, avivando en nosotros la fantasía de una disolución de la diferencia entre superyó y deseo primordial. Es esta, sin ir más lejos, la fantasía que retorna cada vez que tenemos noticia de que tal o cual individuo, bajo la presión de una circunstancia extrema, ha padecido- y-gozado su día de furia (así se tradujo en español el título de la película Falling down , de Joel Schumacher) 16 . “Quiero mi día de furia ” podría ser, perfectamente, el nombre de un programa de televisión o el premio final de un reality show , como un sucedáneo o versión despiadada del mucho más inofensivo (¿?) “Make a wish ” de las campañas de beneficencia. El sujeto, entregado al vértigo de un deseo sin obstáculos, rinde aquí su propio Juicio Final, su veredicto último como Soberano-victimario. Claro que, a su manera, es también una víctima. De hecho, el sujeto del día de furia , como sabemos, se padece a sí mismo como una víctima infinita – y sólo por eso pue- de sobrevivirse como justiciero y redentor de todos sus dolores, de todos sus padeci- mientos, de toda su energía sublimada o contenida, en una especie de acto escatoló- gico que sería el apocalipsis del sujeto y de todos los sujetos con él. Nos valdríamos, pues, del artista Soberano en un plan semejante para referirnos al idealismo de la acción desinhibitoria, de la agresividad liberada y de la iniciativa pura (el sucedáneo del emprendedor despiadado, del individualista salvaje del anarco-capitalismo). En estas alegorías de la agresividad desatada, sin medios inhibitorios, habita, en último término, algo que se parece mucho al fin de lo político. Valga este cuestionamiento como punto de cierre de esta reflexión. Vale pre- guntarse, en consecuencia, si la figura del artista Soberano – desinhibido, figura superyoica propia de la declinación de las formas instituidas de autoridad – , ¿no podría leerse como un resabio, como un efecto colateral altamente paradigmático de la caída de la política? Es como si el ámbito artístico – en algunos de sus extremos – se hubiera consagrado como la instancia en la que todo está virtualmente permitido . Es como si creyéramos poder transferir al arte toda la energía patente de nuestros malestares, todos los flujos inhibidos, para verlos estallar y pulverizarse en manos de unMaestro de Ceremonias: el artista Soberano. Y pareciera como si, en virtud de esa transferencia, el Soberano del arte en nombre del Arte abriera el espacio para la fanta- sía cumplida de la exención, ante el temor y el temblor de nosotros, los espectadores, que ansiamos – secretamente – ocupar su lugar. 16 Falling Down . Dirigida por Joel Schumacher. Actuaciones de Michael Douglas, Robert Duvall, Bar- bara Herschey, Rachel Ticotin, Frederic Forrest y Tuesday Weld. Alcor Films y Warnes Bros. USA, Francia,UK, 1993, 1120min, color.Film.
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