Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

48 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento comenta Esposito – que, dentro de cada ser vivo, la persona es el sujeto destinado a someter a la parte de sí misma no dotada de características racionales, es decir, corpórea o animal” 8 . La vida de la persona acaece en esa diferencia, la cual le encarga la tarea de someter, en nombre de la razón, aquella parte que es extraña a lo racional y que, por lo tanto, nunca podría llegar a hacerse racional. Lidiar con lo irracional o, en general, con lo otro, distinto de la razón, es el mérito de la persona. La persona nace confrontada con aquella opacidad que la separa de sí misma, porque en sentido estricto ha nacido separada de sí misma ; de lo contrario, no podría entenderse que la subordinación de lo no-racional fuese, precisamente, la tarea que la constituye. La persona no sólo ha de contener ese fondo irracional que es el cuerpo sino que debe, además, representarlo . Es más, contener el cuerpo consiste justamente en represen- tarlo, hacerlo propio, hablar en su nombre 9 . El sujeto se relaciona con esa alteridad que es “su” cuerpo – como lugar del deseo y de un coeficiente de insubordinación – , pero sólo en cuanto a la vez el sujeto se ha dejado en parte “invadir” o “empastar” por esa alteridad. Es decir, el sujeto supone siempre una cierta solución ya elaborada y sedimentada de su mal-estar en el cuerpo , una domesticación de los deseos, una primera iniciación de la que no tiene un re- cuerdo “personal”. He aquí el lugar fundamental del psicoanálisis de la vida cotidiana desarrollado por Freud 10 . Consideramos aquí al psicoanálisis como una poética de la subjetivi- dad, en cuanto que la dinámica de esta corresponde a la autoconciencia y, por ende, le es inherente un cierto desdoblamiento , una constitutiva “desavenencia” en el seno de su identidad. El yo no puede reconocerse a sí mismo si no es como otro en la re- presentación que se hace de sí mismo. En consecuencia, la génesis de la subjetividad corresponde al proceso que posibilita esa representación de sí (en virtud de la cual, en toda relación con el mundo, el sujeto ha de hacerse cargo de sí mismo, ha de car- gar consigo mismo). Esta diferencia en el núcleo de la identidad deviene desavenen- cia interna, producto precisamente de encontrarse el sujeto a solas consigo mismo, en ausencia de todo fundamento trascendente de la existencia. Reconocemos en la misma subjetividad una zona que se le escapa a esta, una especie de anterioridad psíquica de la cual el sujeto no puede hacerse consciente de- 8 Roberto Esposito, “Biopolítica y filosofía de lo impersonal,” en El dispositivo de la persona (Buenos Aires: Amorrortu, 2012), 26. 9 El sujeto-persona habla por otro, pero en el entendido de que llegar a ser para uno mismo consiste en poder hablar por otro, habiéndose liberado de la “ciega necesidad” a la que está, en principio, some- tido aquello en nombre de lo cual la persona habla. 10 “El hecho de que [en Freud] la vida de todos los días sea el sujeto […] de la patología de la psique significa que se desdibuja toda figura subjetiva anterior, o ulterior, al acontecimiento que se vive o, mejor aún, por el que se es vivido, sin que nunca sea posible apoderarse de él”. Esposito, Biopolítica, 38.

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