Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

40 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento justifica como un movimiento de fusiones, rupturas y negaciones permanentes: el mito ofrece una redención engañosa, basada en un nuevo sujeto estético seducido por la idea de un cambio sarcásticamente cíclico, donde la historia repite viejas des- igualdades con nuevas tecnologías. No deja de llamar la atención – así lo advierte Terry Eagleton 3 – que el modernis- mo y sus búsquedas tecnológicas (futurismo, constructivismo, surrealismo) construye- ran un espacio arquetípico, definitivo y hasta cierto punto arcaico. Enmuchas obras es posible encontrar huellas homéricas y cenizas mesiánicas ( James Joyce, André Breton, Virginia Wolf, Bertolt Brecht, Ezra Pound, etc.), incluso una suspensión del presente para evitar su peso. En la actualidad, la mirada participa en la estrategia del capitalismo para convertirse en lengua de la vida cotidiana, y realiza un proceso estético donde fun- de al museo, la industria cultural y la vanguardia en una sola arqueología de múltiples brazos, hedonista y abierta, que hace del malestar un objeto del espectáculomediático. La imagen es el producto central de la monopolización de la subjetividad, y se expresa en un relato complejo que lleva consigo la obediencia con las formas de la rebelión. No es posible apartar el enigma de la publicidad, la autonomía de la soberanía o la catás- trofe del deseo. Ningún secreto se esconde en las horas sino para ser dicho. ¿Puede el arte construir un espacio dónde nuestra desazón ante una realidad cínica no termine en gesto o testimonio? ¿Qué lenguaje puede expresar la distancia con los modelos del éxito personal, el lujo excesivo y la ausencia de un proyecto común sin terminar cele- brando esa ausencia como la única condición que nos abraza? La crisis de la representación en el arte y el predominio del simulacro han des- plazado las respuestas hacia zonas de intraducibilidad de las imágenes y, como dice Jacques Rancière, Hay un concepto que ha servido masivamente a esta operación: es el concepto de lo sublime. Este es, efectivamente, en Kant, el concepto de una imposibilidad. La expe- riencia de lo sublime para él es la experiencia de una desproporción, de una incapa- cidad de la imaginación para ponerse a la medida de un sensible de excepción – de una grandeza excepcional o de un poderío terrible. Esta desproporción propia a lo sublime se ofrece entonces como concepto de un arte de lo impresentable. El autor que ha desarrollado particularmente esta idea es una vez más Lyotard. En los textos que reunió bajo el título de L’inhumain , define la tarea de las vanguardias artísticas en una sola exigencia: testimoniar que existe lo impresentable. Para él, dicha tarea se resume en el concepto de lo sublime, que aparece así como el concepto mismo del arte moderno 4 . 3 Terry Eagleton, La estética como ideología (Madrid: Editorial Trotta, 2006). 4 Jacques Rancière, El viraje ético de la estética y la política (Santiago: Editorial Palidonia, 2005), 43-44.

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