Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

32 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento para “des-fascinarnos” de este cara-a-cara, el resultado será indefectiblemente la lu- cha a muerte: “él o yo” 14 . La función del artista en el malestar social ¿Cómo evitar, entonces, en lo que concierne al arte contemporáneo cuando quiere participar de la resolución del malestar social – al menos en su mejor comprensión – , la figura en espejo, del testimonio-espectáculo, sin caer en lo que sería un-exceso- de-forma en el trabajo de la distancia o, en otros términos, lo que se podría llamar la estetización? Para concretizar nuestro propósito, se puede aquí pensar en otra artis- ta, esta vez, comprometida, a saber, la fotógrafa francesa Sophie Ristelhueber, la cual no duda en sobrevolar los campos de batalla en el Líbano – o en otras partes – para tomar imágenes inéditas, debido a que, a primera vista, se encuentran desvinculadas del contexto de la guerra. Las fotografías gustan, incluso seducen, pero pronto el observador se da cuenta de que aquella línea de vegetación o de viviendas no es otra cosa que una línea de tanques arruinados que han sido abandonados, o bien que esa otra composición de vestimentas y zapatos sobre la arena no son sino los restos de combatientes desaparecidos. 15 Aquí, la temporalidad de la mirada difiere de aquella a la cual se remiten las fotografías de las dos artistas mencionadas por Rancière: en estas últimas, la culpabilidad invade de golpe al espectador, mientras que en las fotografías de Ristelhueber la culpabilidad sólo emerge progresivamente para des- ordenar el efecto estético devenido una suerte de trampa que habría sido necesario evitar. Sin embargo, ya es demasiado tarde, pues el efecto perverso de la seducción, vinculada al horror, ha finamente funcionado y, entonces, el espectador se vuelve capaz de percibir, de una manera general, su proximidad, incluso su implicación, respecto de los avatares de la pulsión de destrucción. “[P]ero ya no comprendo – escribe Freud en El malestar en la cultura – que podamos pasar por alto la ubicuidad de la agresión y destrucción no eróticas, y dejemos de asignarle la posición que se merece en la interpretación de la vida” 16 . Esta omnipresencia de la destrucción, afirmada por Freud en el seno mismo de 14 “En el origen, antes del lenguaje, el deseo no existe sino sobre el plano de la relación imaginaria del estado especular, proyectado, alienado en el otro. […] Y cada vez que nos aproximamos, en un sujeto, a esta alienación primordial, se engendra la agresividad más radical – el deseo de la desaparición del otro en tanto soporta el deseo del sujeto. […] Pero a Dios gracias, el sujeto se encuentra en el mundo del símbolo, es decir en un mundo de otros que hablan. Es por eso que su deseo es susceptible de la mediación del reconocimiento. Sin lo cual toda función humana no podría sino agotarse en el anhelo indefinido de la destrucción del otro como tal”. Jacques Lacan, Le séminaire, livre I. Les écrits téchniques de Freud, 1953-1954 (Paris: Le Seuil, 1975), 193. 15 Cf. Sophie Ristelhueber, Fait nº 31 , 1992. Fotografía montada en aluminio. National Gallery of Cána- da, Ottawa, Canada; Fait nº 20 , 1992. Fotografía montada en aluminio. National Gallery of Cánada, Ottawa, Canada. 16 Freud, El Malestar , 62.

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