Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

30 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento La violencia de lo narrativo especular Freud no insistió mucho más sobre estas “nuevas formas de realidad” que, tal vez, nos permitirían entrever otro modo de concebir las prácticas artísticas, en vez de adherirnos a la obra única considerada como resultado más o menos logrado. En este caso, tratándose de una práctica llamada a dar forma al malestar, sea cual sea su modalidad, ella podría interesar a todos los hombres en la medida que, aún sin transformarse en artistas, podrían apropiarse de una cierta manera de aprehender la realidad, cuyo resorte reposaría sobre lo que se podría llamar un trabajo original de la distancia. Podemos recordar, desde el punto de vista de la filosofía, que la disciplina de la estética – desde su nacimiento oficial en el siglo xviii, pero más particularmente con Kant – no solamente interroga la validez de los criterios de evaluación de una obra de arte, sino que también se pregunta tanto sobre la naturaleza de la relación entre esta y el espectador, como en torno a la formación del juicio del gusto, del cual sabemos que, de acuerdo al filósofo, tiene la particularidad de ser universal y sin concepto. Se trata de designar aquello que actualmente se denomina el plano de la recepción, el cual empujó a Platón a considerar el arte como un artificio peligroso (un artificio de segundo grado en relación a la Idea: la imitación de una realidad que no es ella misma sino la imitación de la Idea) para apoyarse sobre la caracte- rística del juicio estético: aquella que, para Kant, requiere de una necesaria distan- cia con otros contempladores. El juicio estético concierne, entonces, respecto del espectador y de la cosa a observar, a un otro espectador virtual (detrás del cual se perfilan todos los otros), llevado él mismo a pronunciarse sobre la cosa. Dicho en otros términos, el juicio estético se apoya en la expresión de un sujeto que apela a la expresión de muchos otros, estén o no estos presentes; es lo que, actualmente, llamaríamos “lo simbólico”, en el sentido que, para seguir a Kant, sin concepto a priori , sería precisamente ésta la referencia necesaria al número indefinido de ob- servadores capaz de dar a nuestra contemplación la fuerza de un juicio. Habría que agregar, además, que el juicio estético de la Tercera Crítica se dirige a todas las for- mas de lo Bello e, incluso antes que a las obras de arte, a aquellas de la naturaleza; es, por lo tanto, un rasgo que atribuye a la disciplina estética en general una definición bastante más extensiva que aquella en la cual se la restringe únicamente a la produc- ción artística. Así, la mencionada definición extensiva privilegia más la relación con la cosa y no tanto el motivo de la cosa en cuanto tal. Este rápido resumen del análisis kantiano del juicio del gusto y de sus carac- terísticas, incita a volver al trabajo de la distancia, el cual entra precisamente en la relación con la cosa para establecer toda la diferencia entre una creación artística y aquello que, a falta de una mejor expresión, podría ser denominada una creación

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