Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
La ambigüedad del arte / Marie-Claude Lambotte – 29 posible constatar en su Conferencia consagrada al síntoma, Freud atribuye al artis- ta la función de responder al malestar del cual sufren los hombres, ofreciendo una forma concreta a las fantasías de nuestro inconsciente, de manera que el proceso de represión al cual nos empuja la vida en sociedad resulte menos penoso. Pero, antes que esta consecuencia estrictamente económica de la creación artís- tica, lo que nos interesará aquí es la transformación de una representación psíquica en una producción real, tanto más en la medida que Freud – una quincena de años más tarde, en El malestar en la cultura – considerará el arte como un espejismo que, lejos de consolarnos frente a las dificultades de la vida, no hace más que sumergirnos en una ligera narcosis momentánea. El arte no sería, entonces, más que una efímera ilusión 7 , con lo cual la posición de Freud habría cambiado para no ver en el arte más que una diversión transitoria. En tal sentido, no parece vano recordar de nuevo que, en su artículo sobre “Los dos principios del acaecer psíquico” , Freud insistía en la ne- cesidad para el artista de no persistir en su fantasía sino, más bien, de volver a la rea- lidad bajo la forma de las Wirklichkeiten , es decir, bajo la forma de las realizaciones o de las producciones efectivas 8 . Esta aparente contradicción en los textos freudianos, además de exclusivamente designar un proceso psíquico llamado a sublimar nuestras pulsiones para obtener un apaciguamiento real, resiente la tradicional separación que, evocada más arriba, divide el arte entre aquel destinado a un número limitado de hombres y aquel dirigido a todos los restantes, sean cuales sean las revoluciones estéticas ya comprometidas en esta época. De hecho, en relación al proceso de su- blimación como técnica de defensa contra el sufrimiento, el propio Freud expresa lo siguiente: “ los puntos débiles de este método residen en que no es de aplicación universal, pues sólo es asequible para pocos seres humanos. Presupone particulares disposiciones y dotes, no muy frecuentes en el grado requerido.” 9 . Destaquemos, en todo caso, que Freud considera la obra de arte no tanto en función de la actitud que la comanda, sino más bien a través del resultado funcional que ella ofrece cuando da a “ver” la realidad de acuerdo a estas nuevas maneras que precisamente la caracteri- zan. Amorrortu, 1991), 343. 7 “Empero, la débil narcosis que el arte nos causa no puede producir más que una sustracción pasajera de los apremios de la vida; no es lo bastante intensa para hacer olvidar una miseria objetiva { real }”. Freud, “El malestar”, 80. 8 “Pero él encuentra el camino de regreso desde ese mundo de fantasía a la realidad; lo hace, merced a particulares dotes, plasmando sus fantasías en un nuevo tipo de realidades efectivas que los hombres reconocen como unas copias valiosas de la realidad objetiva misma.”. Sigmund Freud, “Formulacio- nes sobre los dos principios del acaecer psíquico,” en Obras Completas de Sigmund Freud , vol. 12 (1911; Buenos Aires: Amorrortu, 1991), 229. 9 Freud, “El malestar”, 79.
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