Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
A propósito de la sublimación / Danilo Sanhueza – 25 miz que impide a la Cosa aparecer en su versión más cruda y mortífera, posibilitando al mismo tiempo un encuentro tolerable e, incluso, placentero con dicha dimensión. La función-cuadro no consiste, entonces, en la construcción de una representa- ción por parte del sujeto. Más bien se trata de la experimentación del límite de las posibilidades de la propia representación. En este sentido, habría obra de arte allí donde la representación resulta agujereada, donde el punto ciego de la visión impide que el sujeto se represente a sí mismo. En el fondo, las cosas se juegan más entre el sujeto y la obra que a nivel de la sola producción de esta última, en tanto condición inherente al objeto o a nivel de la interioridad de quien la aprecia. Esta forma de concebir la obra, la cual necesariamente supone la instalación de un espacio entre el sujeto y el objeto como requisito fundamental para la contem- plación visual, ya había sido anunciada por el propio Freud. Efectivamente, en una de sus primeras alusiones a la sublimación 14 nos encontramos con algo de este orden: para producir y sostener el deseo de ver el cuerpo del otro, es necesario un primer distanciamiento que, suspendiendo el contacto táctil, se aparta luego del interés del sujeto por los genitales para depositarlo en la contemplación del cuerpo del otro. En la comprensión del placer estético generado por el cuerpo como unidad, el interés de Freud recae sobre lo que se conserva en la transformación sublimatoria, y no en el advenimiento de un objeto nuevo, unificado y puro. De este modo, la condición general para el placer sublimatorio es la instalación de un alejamiento, una especie de “toma de distancia” respecto del objeto, que pre- viamente estimulaba la consecución de la meta sexual sólo en términos de descarga directa. Así, el objeto puede abordarse desde otro régimen sensorial, aquel de la mi- rada, lo cual supone una suspensión espacial – y también temporal – en la relación del sujeto con su propia urgencia pulsional; suspensión que igualmente juega como condición de posibilidad de toda la actividad psíquica ligada al pensamiento. En este sentido, el argumento de Freud nos da razones para plantear que la esfe- ra de lo visible – y por ende, de lo invisible y lo velado – representa, en relación con el tacto o el olfato, una disposición especialmente apta para los desplazamientos y sustituciones pulsionales. Así, la particularidad del espectro visible-invisible resulta completamente afín con la lógica sublimatoria, donde la satisfacción se realiza en la forma de un “tocar-sin-contacto”. Esta no-realización de la satisfacción en el orden del tacto tiene su contrapartida en la dinámica sublimatoria de la desviación respec- to de las metas originarias y de la atracción hacia metas nuevas. Al disponerse, simultáneamente, sobre las coordenadas espaciales y temporales de la experiencia subjetiva, la elaboración psicoanalítica de la sublimación no deja de 14 Sigmund Freud, “Tres ensayos de teoría sexual,” en Obras completas de Sigmund Freud , vol. 7 (1905; Buenos Aires: Amorrortu, 2010), 109-224.
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