Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

A propósito de la sublimación / Danilo Sanhueza – 21 equivalencia entre la racionalidad de lo inconsciente y la racionalidad del arte. En este sentido, la teoría freudiana apunta a algo que el pensamiento estético del siglo xix ya había anticipado, a saber, que hay sentido allí donde parece no haberlo: en la locura, en el exceso, en las pasiones. La sublimación: historia de una dificultad El planteamiento de Rancière parece del todo oportuno no sólo porque da cuenta de la íntima y compleja relación entre psicoanálisis y arte, sino también porque su planteamiento permite entender esa relación como un diálogo en el que los térmi- nos no están dados de antemano, en donde la elaboración conceptual constituye aún una tarea por resolver. Si hay un concepto imprescindible para dar cuenta de la relación entre el psicoa- nálisis y las artes, ese es el de sublimación. En su fórmula más general, la sublimación es concebida por Freud como el destino pulsional que posibilita la producción de actividades y objetos valorados socialmente por medio de la transformación de las metas originalmente ligadas a la satisfacción sexual directa. Así, la sublimación daría cuenta del fundamento sexual de los productos culturales 3 . La importancia que la sublimación ostenta en la teoría psicoanalítica en gene- ral, así como respecto de la relación establecida con el arte en particular, resulta pa- radójica si se la considera junto con los problemas teóricos que históricamente ha acarreado su definición. Por cierto, esto puede ser leído, sintomáticamente, como un fenómeno que también se expresa en la dificultad que el psicoanálisis tiene para dar cuenta de la producción artística, sin reducirla a otros fenómenos con los cuales se trabaja de manera más directa en el campo clínico. Es sabido que, en Freud, la sublimación no es un concepto desarrollado de ma- nera sistemática ni unitaria. Es como si la legendaria destrucción del texto, que ori- ginalmente estaba destinado a formar parte de la metapsicología y que llevaba por nombre “La sublimación”, pesara sobre los hombros de la tradición psicoanalítica, al punto que Laplanche llega a referirse a ella como la cruz de Freud, con todo lo que esta metáfora implica: la equis que señala en el mapa el lugar del tesoro enterrado, el punto de intersección de líneas perpendiculares que se cruzan entre sí (pulsión/ cultura, yo/sexualidad, placer/renuncia), la incógnita de la ecuación o la carga que debe arrastrarse penosamente para alcanzar la redención 4 . La redención es situada aquí a propósito de lo que podríamos llamar la irradia- ción ética de la sublimación: la posibilidad que se abre para el psicoanálisis de dar cuenta de lo cultural sin patologizar este campo pero, a la vez, sin reducir por ello su 3 Sigmund Freud, “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci,” en Obras completas de Sigmund Freud , vol. 11 (1910; Buenos Aires: Amorrortu, 2010), 7-51. 4 Jean Laplanche, La sublimación. Problemáticas III (1980; Buenos Aires: Amorrortu, 2002).

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