Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
218 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento ciones, por su dificultad para subordinar la letra, por su obstinado deseo de ella. Pero es, exactamente, este mismo porfiado deseo del padre que, si bien destituye la ley por la cual él mismo gobernaba, reintroduce la ley de otra forma para que, mediante sus propios hijos, el hijo se recline ante ella. No frente el padre sino ante aquello que, en el deseo del padre, se perfila como ley respecto del hijo que recibe las marcas de su ejercicio. En el fondo, maldecir al padre es bendecirlo de otra manera. Una salida al padre, aunque no sin el padre. Se rebatirá que, en verdad, se trata de una transformación que, distando mucho de encerrar al hijo en el mundo paterno, destituye la ley del padre y, con ello, libera al hijo de su tutela edípica. En tal sentido, en la performance podría operar algo semejante a lo que Deleuze y Guattari pudieron sostener respecto de La Carta al Padre de Kafka, que Sergio Rojas puso, pertinentemente, en paralelo con la obra de Rabanal. Mediante una amplificación hasta el absurdo del padre, sostienen Deleuze y Guattari, Kafka operaría una suerte de edipización del universo que, haciendo entrar al padre tal y como es, le permite inventar una salida que, en el universo paterno, permanecía bloqueada. “La cuestión del padre – escriben – no es cómo devenir libre respecto de él (cuestión edípica), sino cómo encontrar un camino allí donde él no lo encontró” 25 . Ciertamente, el trabajo de Rabanal parece encontrar un camino allí donde éste habría quedado clausurado para el padre. De hecho, el artista busca inclu- so ofrecer también dicha salida al padre mismo. Él subraya la subversión que la “palabra popular” del padre opera sobre el buen habla, para fragmentar la lengua en “dialectos licenciosos, bárbaros y homicidas”, donde “la vulgaridad de la pala- bra maldita” del padre iletrado “enfermó a la autoridad” 26 . Así, Rabanal entiende otorgar un recurso al padre en función de su misma falencia (tachadura, borrón, mala letra), confiriendo a las historias de campo recibidas de su padre el poder de enseñar la vida, el amor, el mundo, sin aquella privación del cuerpo que exige la normalización iluminista. En tal sentido, la performance misma llega a formularse al modo de una salida. Como lo sostiene Rojas, en ella “el poder deviene texto que hay que aprender a leer, de manera que ingresar en el juego de la interpretación que esta obra exige y provoca, nos pone como espectadores también en situación de ‘juntar letras’ y, en ello, de ‘desnaturalizar’ el poder” 27 . Sí, encuentro de una salida. Pero de una salida que en modo alguno sabría pro- 25 Gilles Deleuze y Felix Guattari, Kafka. Pour une littérature mineure (Paris: Les Éditions de Minuit, 1975), 19 [la traducción es nuestra]. 26 Rabanal, “Mala lengua”, 4. 27 Rojas, “Carta”, 100.
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