Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
Maldecir el padre… mal decir lalengua. / Esteban Radiszcz – 215 se ahogara en la risa del hijo: el hijo ha matado al padre y el sueño se deja escuchar como el cumplimiento de su deseo parricida al tiempo que la realización de su anhe- lo por no ser culpable de aquel asesinato. Este parece ser el punto de partida de la obra que, por su parte, también pone en acto una relación de rivalidad, culpa y asesinato del hijo hacia el padre. En efecto, el hijo exhibe al padre, fragiliza a aquel rudo campesino del cual nos dice que, formado en un universo patriarcal, recibió el legado de la dominación y aprendió a subordi- nar. Nos muestra a aquel hombre marcado por la insuficiencia, haciendo esfuerzos por subordinar la letra, dominado por el patrón que le exige su firma, disfrazado con los atuendos de aquellos que lo han sometido, ahogándose en el río del cual el letra- do hijo ha salido airoso (sin que el aire le pesase, dice el sueño). Asimismo, como en el sueño, el hijo recibe castigos, hieren sus manos con los mismos instrumentos con los que el padre busca dominar la letra, mientras sus propios hijos le entierran cuchillos. Él es también padre y, como el suyo, se exhibe expuesto a la violencia de su progenie, fragilizado en la exposición de sus deseos y, si se quiere, castigado por sus retoños hasta encontrarse nuevamente reclinado ante el padre (aunque de una manera bien diferente) para, no parece del todo equivocado decirlo, ser crucificado por su prole. Evidentemente, no es difícil identificar aquí el mito edípico que, desde Totem y tabú 10 hasta Moises y el monoteísmo 11 , representa para Freud el origen de la inscrip- ción de la Ley: el padre muerto retorna bajo su forma, en este caso (el de la obra) bajo la forma de la abstracta ley de la letra, a la cual el cuerpo del propio padre ha resistido e, incluso, aún resiste. En tal sentido, resulta significativo que, de acuerdo con la presentación de los participantes, el padre sólo sea padre, los hijos sólo sean hijos, mientras que el hijo sea padre e hijo, al mismo tiempo. Ello no sólo indica el lugar del artista – y, en consecuencia, de la performance misma – en la articulación de la filiación, sino que también señala la posición del hijo devenido padre en tanto cuerpo sobre el cual la ley opera para dejar su marca y donde, por cierto, resuena el dogma cristiano que concibe al sacrificio del hijo (el cual es también padre) como restablecimiento de la ley del padre para su pueblo. Con ello, sin embargo, no se está en modo alguno sosteniendo que se trate de una pieza a carácter religioso, aunque el masivo arraigo del catolicismo en nuestro pueblo no podría restarse de dejar sus huellas en una obra referida al padre. Simplemente, se señala la mencionada reso- nancia en la performance bajo el entendido de aquello que el propio Freud sugiere 10 Sigmund Freud, “Tótem y tabú. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos,” en Obras completas de Sigmund Freud , vol. 13 (1913[1912-1913]; Buenos Aires: Amorrortu, 1990), 1-162. 11 Sigmund Freud, “Moisés y la religión monoteísta,” en Obras completas de Sigmund Freud , vol. 23 (1939[1934-1938]; Buenos Aires: Amorrortu, 1980), 1-132.
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