Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

212 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento escribir su nombre y, a los 24 años, “aprendió” – como él dice – su firma, en virtud de la exigencia de un patrón que le solicitó las “dos o tres letras” de su rúbrica y no su nombre completo. Entonces, el hijo le pregunta por la lección que más le había gustado. El padre menciona varias, mientras el hijo hojea el silabario para detenerse en la lección de la Chacra. El artista solicita a su padre leer la lección escogida. El padre rinde examen de lectura ante su hijo: “en el cam-po hay mu-chas cha-cras…”, pronuncia lenta y torpemente. Enseguida, el hijo extiende sus brazos y pone sus manos con los dedos abiertos sobre dos maderas situadas en los extremos de la mesa. En tanto, el padre prosigue: “las le-gum-bres que co-me-mos se cul-ti-van en las cha-cras”. La posición tomada por el hijo lo reclina en una suerte de reverencia hacia su padre y de hecho, llega incluso a evocar la crucifixión. Luego, los hijos – es decir, los hijos del hijo del padre – comienzan a picar con puntiagudos lápices grafito en los espacios entre los dedos del hijo del padre lector autodidacta. Ciertamente, también es el examen del hijo ante sus hijos y frente al padre, quién continúa con su propio examen. En paralelo, los monitores muestras la atribulada boca del titubeante lector, la lección del silabario, los dedos expuestos del hijo, los firmes golpes de grafito realizados por los hijos. A continuación, los hijos cambian los lápices por afilados cuchillos, los cuales son clavados con fuerza entre los frágiles dedos de su padre, hijo del viejo hombre que prosigue su dificultosa lectura. Los hijos erran sus golpes y hieren los dedos de su padre. El padre sangra. “[C]re-cer, cru-jir, cru-do, cri-a, es-cri-to-rio, cri-men, Cruz, cres-ta…”, lee el anciano en el Silabario . Así, el examen de lectura culmina para dar lugar al examen de escritura y el hijo pide al padre escribir la lección del Ojo – la primera lección del silabario. Los golpes de cuchillo se prosiguen con ru- deza y los hijos erran nuevamente. Nuevas heridas son proferidas al padre. Mien- tras, los monitores exhiben los cortes, la sangre, la esforzada escritura del padre. Al finalizar, el artista se incorpora, dice que la performance ha concluido, limpia sus sangrantes manos en la ropa y, visiblemente conmovido, va del lado de su padre, lo abraza con fuerza, le da un cariñoso beso. La letra entra con sangre. Sin duda, la performance de Rabanal propone una problematización de la cuestión del poder y de los dispositivos de sujeción vinculados al ejercicio del saber. El mismo artista subraya que su obra aborda el “tema del saber como una metáfora del domi- nante-dominado y corrector del cuerpo, un cierto código de ingreso normalizador a través de la educación”. Se trata de “instancias de desmontaje que problematizan es- tos modelos de construcción de sujeto”, donde el padre, para inscribirse en el cuerpo social, “tuvo que aprender la letra y hacer su firma, su nombre, ello fue lo que le dio

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