Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

Sin embargo, ello no transforma automáticamente el diálogo entre psicoanálisis y arte en un ejercicio transdisciplinar. No pocas veces dicho encuentro ha sido en- tendido como una suerte de psicoanálisis aplicado, buscándose una interpretación de la obra a partir de las fantasías inconscientes del artista; como si su producción fuera, en definitiva, un síntoma. Esto da cuenta de la dificultad que el psicoanálisis ha tenido para entender la producción de sentido a través de mecanismos que no necesariamente se ajustan a aquellos de la formación del síntoma. Esto se vincula, por supuesto, con la naturaleza de la práctica psicoanalítica, la cual encuentra su material de trabajo en la represión y los mecanismos de formación de síntomas; pero también tiene que ver con el uso marcadamente proficiente que el psicoanálisis ha tendido a establecer respecto del arte y sus producciones. Así, se han desplegado innumerables patografías e interpretaciones psicoanalíticas de la obra y del artista, como si en esas aplicaciones del psicoanálisis al arte los conceptos formulados en la clínica mantuviesen intacta su efectividad interpretativa. Lo transdisciplinar debe plantearse en otros términos. En su ya célebre confe- rencia “El inconsciente estético”, Jacques Rancière 2 alude precisamente a los encuen- tros y desencuentros entre el psicoanálisis y el arte como el paradigma de lo trans- disciplinar. Y lo hace en un sentido que comienza por marcar una clara diferencia respecto de la concepción clásica de lo interdisciplinario. Hablar de transdisciplina – y no de interdisciplina – no es en modo alguno un giro lingüístico vacío. Es una elección teórica y metodológica que responde a un modo particular de entender los objetos y su relación con los discursos mediante los cuales son abordados. El trabajo transdisciplinar no constituye la simple entrada de una disciplina en el terreno fenoménico ya prefigurado por otra. Se trata, más bien, de reconocer que cada objeto o problema es el campo de una disputa y que, por ende, las divisiones entre las disciplinas – las cuales muchas veces son aceptadas, en la academia, como separaciones naturales – responden a problemas políticos. De esta idea se deriva el hecho de que, en un campo problemático, son puestos en juego diversos registros, los cuales no necesariamente resultan asimilables entre sí. Sobre el cruce entre psicoanálisis y arte, Rancière reconoce como objeto de liti- gio a lo inconsciente mismo. La frecuencia con la que aparecen citas y casos tomados del arte en la obra de Freud tendría una función estratégica, la cual no buscaría pro- bar la eficacia de la interpretación psicoanalítica aplicada a la producción cultural (como sería el caso de las patografías o del psicoanálisis aplicado), sino que se orien- taría a referir un campo que lleva en sus obras la huella de lo inconsciente, lo que muestra una relación productiva entre una forma de pensamiento – aquel del arte – y el no-pensamiento. Para Rancière, esto revela que, hasta cierto punto, habría una 2 Ibíd.

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