Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
206 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento He aquí, entonces, el último estadio –el más temerario – de un teatro moderno (postmoderno, posthumano) que no tiene nada más de teatral: el espacio psicótico del esquizo-análisis , a la manera de Deleuze y Guattari. Ya que, aquí, lo inconsciente no está más en escena , como en la gran metáfora que rige, en Freud y Lacan, el teatro analítico 28 . Es la escena que es el inconsciente: un sistema indiferenciado de fuerzas obscuras que sólo se orientan a destruir todo (ellas lo logran bastante bien), el texto, el cuerpo, la escena –en una palabra, el teatro de la representación (de la Vorstellung ). “Destruir, destruir”, escriben Deleuze y Guattari en El Anti-edipo : “la tarea del esqui- zo-análisis pasa por la destrucción, toda una limpieza, un raspaje del inconsciente” 29 . Al final, sólo subsisten el aliento, del cual hablaba Artaud en “El teatro de Séra- phin”, aquel texto… inefable de 1936 –que se nos perdone el oximorón – sobre el tea- tro de las sombras (chinas): el último aliento, el cual es un grito, “el grito de la rebelión se pisotea”, el grito de la tierra herida , del hoyo del abismo –el grito, dice Artaud, de lo femenino terrible 30 . Pues, en el presente, el teatro ya no es más el pathos , ni tampoco el psicopathos que evocaba Freud: el sufrimiento del logos 31 . Él es su exacta antítesis: una pura física donde triunfa la enfermedad. Y cual enfermedad: ¡la peste! Lo que cuenta en Sófocle, escribe Artaud, no es Edipo (el héroe, el sentido, el complejo), sino la peste : el veneno, el absceso, el contagio, que putrifican el texto, el mito, la tragedia y, con ellos, el teatro… 32 Vean a la actriz. Omejor aún: el accionista (la mujer-grito). Ella no actúa ningún rol. No hay personaje. Ella no representa nada –nada más que ella misma. La acción, notaba Grotowski, no es un espectáculo, y el actor no es un personaje. El destino de las pulsiones, pretende Freud, es siempre trágico: tiende siempre hacia la pulsión de muerte (o Todestrieb ). Puede ser. Pero la mujer puede perfectamente arrojarse contra unmuro, la acción del suicidio no es un suicidio de la acción. Jarzyna pudiese ser el úl- timo heredero de Brus, y no el menor. Como éste, él tiene el nihilismo activo. El cual se dirige al caos. Jarzyna destruye el teatro y produce monstruos : cuerpos en trance, en el acmé del miedo y del deseo. En Sarah Kane, había aún un último resto de huma- nidad: un escombro de sujeto –un muñón de ego. Alguien dice aún yo , a la manera de epitafio, cuando termina la pieza, en el momento mismo de su evanescencia. Pero aquí hay más que el vacío (bárbaro): un teatro inhumano de pulsiones brutas que, por 28 Sobre este último punto, ver también nuestro análisis: Règis Michel, “Un théâtre sans divan : l’inconscient de la scène. Freud et la révolution théâtrale”, Savoirs et clinique , n° 15 (2012): 128-138. 29 Deleuze y Guattari, L’Anti-Œdipe , 371. 30 Antonin Artaud, “Le théâtre de Séraphin,” en Le théâtre et son doublé suivi de Le théâtre de Séraphin (1948 [1936]; Paris: Gallimard, 1966), 219. 31 Antonin Artaud, “Un athlétisme affectif,” en Le théâtre et son double suivi de Le théâtre de Séraphin , (1938 [1935]; Paris: Gallimard, 1966), 195-207. 32 Antonin Artaud, “Le théâtre et la peste,” en Le théâtre et son double suivi de Le théâtre de Séraphin , (1938 [1933-34]; Paris: Gallimard, 1966), 42-45.
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