Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

Torturar y destruir / Règis Michel – 199 Klein o el cuerpo del vacío El cuerpo del pincel Paris, 9 de marzo de 1960. Velada chic donde d’Arquian, Galería Internacional de Arte Contemporáneo, calle Saint-Honoré. El Amo viste un smoking negro con pe- chera blanca. Está de pie en el centro de la sala, cuyo suelo se encuentra cubierto por una sabana blanca al modo de un sudario. Sobre el muro del fondo reposa una tela virgen en formato gigante. A la derecha hay una orquesta de nueve músicos que sólo tocan instrumentos de cuerda para producir un único sonido a fuerza de largas notas, la sinfonía monótona . Más allá viene la asistencia: un público snob que luce su aspecto complaciente a las mundanidades de moda. El anfitrión introduce a los actores que son actrices: tres mujeres desnudas, cuyas formas juveniles son irreprochables. Todo está listo para la ejecución del rito. Chamán, profeta, hierofante: el Amo es el gran or- denador de aquella liturgia colectiva que transforma el arte en espectáculo, al público en voyeur y a la mujer en pincel 6 . El artista tiene las manos limpias. Se dirá, incluso, que no tiene manos. Ni hablar de tocar el cuerpo de las modelos, ni los pocillos de pigmento! Esta intrusión profana del elemento táctil atentaría contra su estatus de oráculo. La pintura aquí sólo es un concepto: un principio de poder. El hombre está vestido. Las mujeres están desnudas. Pero esta relación desigual no induce ningún erotismo. El Amo es insensible a aque- llos cuerpos femeninos. Lo que busca en ellos es la substancia, la cual es anónima: la carne . Pero la carne misma es aún demasiado material para un idealista como él que, con gusto, prodiga sus tesis platónicas. A lo más se trata de una idea de carne: de una atmósfera carnal que no procede del deseo, sino de la necesidad. Las modelos del pintor sólo son tropismos que tienen el mérito de combinar los tres reinos de la naturaleza (animal, vegetal, mineral). Pero ellas no reivindican ningu- na humanidad verdadera. No será sorpresa alguna que él las trate como productos de laboratorio: distante, directivo, autoritario. La reificación del cuerpo femenino culmi- na en el devenir-pintura de la modelo, la cual sólo es un simple soporte (un vector del pigmento) y una simple matriz (una fuente de impresión). La mujer se hace pincel: fantasía última del pintor macho. Dice Klein: “De esta manera, me mantengo limpio, no me ensucio más con el color, ni siquiera la punta de los dedos. Delante de mi, bajo 6 Yves Klein, Anthropométries , 1960. Performance. Galerie Maurice d’Arquian, Paris, Francia. Para el análisis de la performance d’Arquian, se puede consultar nuestro libro –Règis Michel, Posséder et Détruire. Stratégies sexuelles dans l’art d’Occident (Paris: Réunion des Musées Nationaux, 2000), 230- 232–, donde discutimos las exegesis en vigor (la performance es conocida principalmente gracias a un corto extracto de film publicado en los Archivos Klein).

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