Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
194 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento Pareciera que la interrupción del caso de Pepa, que claudica con la muerte, se relaciona con aspectos parecidos. La contingencia de la locura de Pepa, que reclama su espacio de representación, ha sido descrita a partir de un amor infortunado; pero queda aún abierta la pregunta por su aspecto estructural, que nos hará volver tam- bién sobre la loca de Blest Gana. Filiaciones y afiliaciones: patria y enfermedad Pepa y Rosa, las locas de Lastarria y Blest Gana, provienen de la misma conforma- ción familiar: ninguna de las dos tiene un padre, ni vivo, ni presente, ni figurado, ni imaginado. En ninguno de los dos textos se nombra ni una sola vez a la figura pater- na ni se explica su ausencia: como si el padre no formase parte de la configuración de la familia, como si el padre nunca hubiese existido. La madre de ambas figuras femeninas se subordina a los deseos del hermano, quien con violencia e imposición obliga a las hermanas y a las madres a subyugarse a sus móviles, que en los dos ca- sos son de índole político-económica. En la novela de Blest Gana, Mariano Tudela quiere cimentar los negocios que tiene en el sur, casando a su hermana provechosa- mente con un socio, además de pretender evitar el vínculo interracial, que atropella sus planes de engañar a los mapuches para apoderarse de sus tierras. En El diario de una loca , el hermano de Pepa, miembro del Ejército chileno, rechaza la alianza de Fructuoso con la Confederación, que contradice los anhelos de consolidación na- cional y hegemonía económica de Chile. Las dos madres son descritas como figuras victimizadas, que espejean la subalternidad de sus hijas y son incapaces de contra- decir la voluntad del hijo. Tanto Pepa como Rosa se ven invalidadas para cobijarse en las figuras maternas, que si bien no comulgan decididamente con las decisiones de sus hijos varones, tampoco tienen la fuerza ni la valentía para oponerse a la figura masculina que regenta el hogar. El liderazgo familiar ostentado por los hermanos ca- rece de una autoridad que sea aceptada de forma natural, tanto por las madres como por las hermanas. Hay un exceso de voluntad impositiva, traducida en una violencia exacerbada, que evidencia una falta. Esta, a su vez, es percibida por las hermanas, que violan las prohibiciones filiales, cimentando de este modo la plataforma que servirá de escena para su locura. En El diario de una loca, Pepa relata el enfrentamiento con su hermano, di- bujando el triángulo de violencia, sometimiento y rebeldía: “[m]i anciana madre podria cederle. Yo, nó, mil veces nó. Desde ese momento lo miré frente a frente, desafiándolo, i delante de él mismo interpelé a mi madre sobre su intimación de Fructuoso” 16 . El narrador de Mariluán refiere un diálogo entre los hermanos Maria- no y Rosa Tudela, presenciado por la madre: 16 Lastarria, Diario de una loca , 287.
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