Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
La tragedia moderna entre realidad, arte y ficción / Geneviève Morel – 179 ningún acuerdo, ninguna reconciliación con ella misma, en su acto libre. Del mismo modo, Bujarin ya había sacrificado, tanto el confort de su vida como sus principios éticos, en favor del Partido, pues en nombre había podido condenar muerte a varios de sus camaradas. Sin embargo, hay algo que, en última instancia, no puede ceder al Partido: su “honor”, su “dignidad”, su subjetividad que, no obs- tante, ya se encontraba objetivamente comprometida. Puede aceptar morir por el Partido, pero no puede soportar que Stalin lo crea realmente culpable. De hecho, puede incluso reconocer más, por cuanto responder a su pregunta significaría para Stalin denunciar el proceso como un simple ritual y admitir su carácter de farsa – lo cual es, evidentemente, imposible. Del mismo orden que aquel “no” de Sygne, el rechazo de Bujarin le conduce a reivindicar, finalmente, todo lo que había aceptado renegar anteriormente por el Partido, manteniendo intacto el lugar del tirano del cual espera un último gesto de reconocimiento. En ello radica la “sombra de payaso” que, según Lacan, atormenta la tragedia contemporánea, vinculada sin duda a estos sucesivos cambios bruscos que impiden tomar completamente en serio a la víctima y producen un efecto cómico. Por cierto, Lacan habla aquí de la ficción claudeliana 42 , pero ello no impide a sus consideraciones resonar en el ominoso destino del revolu- cionario ruso. Metonimia fantástica Para el espectador, la instalación de Kentridge produce una metáfora poética que substituye lo real de la tragedia de Bujarin por la absurda Nariz de Gogol/Shos- takóvich. En La nariz , el sujeto es desmembrado, perdiendo un órgano que no sólo deviene más importante que él, sino que incluso consigue un grado jerárquico su- perior al suyo. La fantástica ascensión social de la nariz metaforiza el deslizamiento del poder que, en detrimento de los viejos líderes bolcheviques, acontece en favor de un órgano, el Partido, el cual adquiere una autonomía por entero aterrorizante. Este crea su propio lenguaje que, luego, no solamente modifica a su antojo para utilizarlo como instrumento en sus crisis sucesivas, sino que además se sirve de él para, final- mente, matar a aquellos que lo crearon en el más increíble acto de autodestrucción colectiva y dejar que, después, todo vuelva a su lugar como si nada. Este impresionante deslizamiento del valor se puede asociar al análisis lacaniano de aquel célebre relato de Heine que Freud examina en su libro dedicado al chiste: “[y] así, verdaderamente, señor doctor, ha querido Dios concederme toda su gracia; tomé asiento junto a Salomon Rothschild y él me trató como a uno de los suyos, por entero famillonarmente ” 43 . 42 Encarnada en el personaje ridículo y obsceno de Turelure. Ibíd., 324. 43 Heinrich Heine, “Reisebilder III/IV,” en Sämlichte Werke , vol. 7 (1826-31; Hamburg: Hoffmann und Campe, 1986), citado en Sigmund Freud, “El chiste y su relación con lo inconsciente,” en Obras Com-
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