Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]

La tragedia moderna entre realidad, arte y ficción / Geneviève Morel – 175 es Stalin quién bromea con la historia del perro de Zinóviev que, junto con Tomski, habrían cargado en un automóvil, probando las relaciones criminales que Bujarin habría tenido conocimiento. Stalin pregunta: “¿Era ese un buen perro o un perro malo, alguien lo sabe? (risas en la sala)” 29 . Stalin prosigue evocando literalmente “el escabel” del Partido que Kentridge retoma en su film His Majesty Comrade Nose : Stalin: […] Teníamos confianza en usted, lo condecoramos con la Orden de Lenin, le ayudamos a trepar los escalones de la escalera , y nos equivocamos. ¿No es cierto Camarada Bujarin? Bujarin: Es verdad, es verdad, yo mismo lo he dicho. Entonces, Stalin se burla de Bujarin, parafraseándolo: Usted puede continuar y fusilarme, si usted quiere. Es su asunto. Pero yo no quiero que mi honor sea manchado . Y, ¿qué testimonio da él hoy día? Es eso lo que pasa, camarada Bujarin 30 . Bujarin rechaza reconocer su culpabilidad en nombre de su “honor” y, entonces, no juega el juego del Partido – es, en lo substancial, lo que le responde Stalin. De- fendiéndose, poniendo delante el honor, hace una distinción entre su culpabilidad jurídica (por ello el reproche que se le hace de hablar como un abogado) y su cul- pabilidad frente al Partido (que exige la plena confesión, sin defensa ni restricción). Poniendo por delante su subjetividad, Bujarin forzosamente llamaba a esta inter- vención de Stalin, la cual le niega su subjetividad pues se trata de un crimen contra el Partido 31 . Bujarin finge no comprender aquello que está en juego en su comparecencia: la total destrucción de la antigua oposición; destrucción a la cual se debe incon- dicionalmente adherir, contra él mismo y en beneficio del Partido. Por cierto, el propio Bujarin había podido afirmar la pertinencia de este tipo de posición contra otros opositores, pero en tanto no era loco ni suicida, su rechazo podría probar que contaba con Stalin para salvarlo in extremis . De hecho, la posición de Stalin a su respecto osciló varias veces antes de fijarse en el “peor de los rumbos”. Y, en efecto, la transcripción de aquel Pleno fue guardada en secreto por varios años. Stalin había, entonces, concluido de manera vaga que habría otras investigaciones. El segundo fragmento citado por Kentridge está extraído del Pleno del Co- mité Central que tuvo lugar dos meses después, entre febrero y marzo de 1937. Entre ambos sucedió un segundo proceso espectacular, aquel de Radek y de otros 29 Ibíd., 319. 30 Ibíd., 321 [las cursivas son nuestras]. 31 Cf. Slavoj Žižek, Vous avez dit totalitarisme? Cinq interventions sur les mésusages d’une notion (Paris: Amsterdam, 2004), 124.

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