Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
174 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento decretado que “los chistes contra el Partido son agitación anti-Partido” 25 , y no tienen más lugar. Estas confesiones rituales, así como las ceremonias en honor de Lenin y de Stalin –las cuales marcan el ritmo de la vida política de la Unión Soviética–, son esenciales para la unidad del Partido. Las confesiones y autocríticas resultan, entonces, minuciosamente codificadas y hechas públicas con fines de edificación. El arrepentido debe mostrar su adhesión total con el Partido en un rito discursivo que tiene un valor performativo, en el sentido del filósofo británico Austin 26 . Para los estalinistas, quienes retoman la palabra de Trotsky según la cual jamás se tiene razón contra el Partido, el Partido establece la verdad . Esto prohíbe toda discusión, mien- tras que cualquier debate deviene en conspiración. La noción de verdad se ordena en base a la línea del Partido, la subjetividad no tiene lugar y la menor reserva de algún miembro respecto de su culpabilidad deviene, por este sólo hecho, una ofensa polí- tica mayor y una traición al Partido. Defenderse de una acusación, aún cuando esta resulte inverosímil, representa elevar a la propia persona por sobre el Partido, lo cual implicaría pensar que hay dos verdades, es decir, dos campos posibles, sosteniendo una secesión al afirmar que habría un “ellos” y un “yo”. Se trata, precisamente, de lo que será reprochado a Bujarin cuando, pese a haber vuelto a ser el fiel lugarteniente de Stalin, su caso vuelva al ruedo hacia fines de 1936. En el intertanto, el primer pro- ceso a los “izquierdistas” había dado una señal fuerte: el arrepentimiento leal no era suficiente y los ex-oponentes resultaban sistemáticamente acusados de complicidad con Trotsky, de terrorismo y de traición. En adelante, las palabras serían portadoras de un sentido nuevo: los Trotskistas-Zinovievistas debía ser, en lo sucesivo, conside- rados como agentes del extranjero, espías, “representantes del fascismo burgués en Europa” 27 . En diciembre 1936, Bujarin y Rýkov (quién es miembro de la tendencia de de- recha) comparecen frente al Comité Central, teniendo a Yezhov como acusador principal. Su nombre fue, en efecto, evocado en ocasión del proceso de los “izquier- distas”. Como si comprendiera que su ritual discurso de confesión sólo debiese ser performativo, pero creyera que podía sostener un discurso “constatativo” sobre los hechos imputados, Bujarin rechaza reconocer su culpabilidad. Dicho de otro modo, se defiende y, por este único hecho, deviene en elemento “anti-partido”. Consecuen- temente, se le reprocha “comportarse como un abogado”, ya que pretende referirse a los hechos. En aquel Pleno de 1936, Bujarin no bromea cuando se le acusa de haber querido arrestar a Lenin. Declara: “[n]o soy un hipócrita político, ni un segundo”. El transcriptor anota entre paréntesis: “ruido en la sala, voz de indignación” 28 . Esta vez 25 Ibíd., 89. 26 John L. Austin, How to Do Things with Words (1962; Cambridge: Harvard University Press, 1975). 27 Getty y Naumov, The Road to Terror , 273. 28 Ibíd., 316.
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