Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
162 – malestar y destinos del malestar Artes del descontento del rodeo, de la perífrasis, de describir todos los efectos del hecho, sus ribetes y ex- pansiones, hasta de estrechar las vecindades casi al punto de lo repulsivo, para no “decir mierda”. O más bien, en el único momento en que dice, lo acalla. Y es Estre- fón, en el colmo del azoro, o bien Pedro, irremisiblemente trastornado, quienes ex- claman, conmétrica perfecta: “Oh! Celia , Celia , Celia sh—!” 20 . Es como si la censura que suprime el verbo procaz impusiera silencio para hacerlo tanto más audible, tanto más inexorable. Aquel gesto resulta de lo más decidor . El punto interesante de averiguar es cómo ha de concebirse la mierda al con- siderarla desde el punto de vista de la resistencia aquí atribuida. Uno que tenía sensibilidad para este tipo de resistencia era Aristóteles. Es una verdadera lástima que carezcamos de algún pasaje en donde él la hubiese abordado en directa rela- ción con lo excrementicio. Para hallar algo suyo que tuviese relación con el tema, se podría recurrir a la Historia Animalium que, así como diserta sobre las diversas formas de alimentación de los animales, también ofrece comentarios respecto de sus funciones excretoras. La más memorable es la referida al bisonte que, para defenderse, dispara un estiércol con virtudes ígneas. Pero no son estas curiosida- des lo que resulta más inquietante sino, más bien, lo que arguye Aristóteles en la Metafísica , libro vii (z). Allí, en el complejo desarrollo de la pregunta sobre qué sería la substancia – pues la pregunta crucial de la filosofía, ¿qué es el ente?, viene propiamente a ser ¿qué es la substancia? –, un primer paso consiste en desechar la tesis según la cual la materia ( hýle ), despojada de toda forma, primaria y basal, en- teramente indeterminada, sería la substancia, justamente porque ella no satisface las condiciones de ser separada ( khoristón ) y de ser un “un esto” ( tóde ti ), un algo determinado 21 . De este modo, no es posible concebir la substancia sin la forma y, así, la substancia sería (al menos en el mundo sublunar) un compuesto hilemórfi- co. El segundo punto que aquí interesa es la conexión entre el par materia y forma y el par potencia y acto. Se tiene la potencia que produce un cambio: “un principio de cambio que radica en otro, o en el mismo en cuanto es otro” 22 , lo cual se lleva a cabo en un movimiento ( kínesis ). Pero también se tiene la potencia que está orde- nada al acto, que es la realización, el existir efectivo de algo y, a propósito de esto, no hay en sentido estricto definición para la potencia, sino más bien una analogía conseguida a partir de las cosas singulares. En tal sentido, dice Aristóteles: “El acto será el ser que construye, relativamente al que tiene la facultad de construir; el ser despierto, relativamente al que duerme; el ser que ve, con respecto al que tiene los ojos cerrados, teniendo la facultad de ver; el objeto que sale de la materia, relativamente a la materia; lo hecho, con relación a lo que no está hecho. Demos 20 Swift, “The Lady’s dressing room”, 91. 21 Aristóteles, Metafísica ( Madrid: Medina y Navarro Editores, 1875), 199. 22 Ibid., 252.
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