Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
Escatología, cuerpo y lengua / Pablo Oyarzun R. – 157 posición a la Inmundicia y la Suciedad” 12 del deán, así como su “visión excremental”, su reputada misoginia, la aberración de su mente y sus afectos, su sadismo, en fin, su misantropía. Sin embargo, no son maledicentes ni infamantes, mientras que con- siderarlos como síntomas sería perderse la ocasión de enfrentar las preguntas que suscitan. En ellos, hay algo mucho más complejo y resulta, además, necesario reco- nocer la espléndida maestría de Swift en la gestación y manejo de esa complejidad. Antes de que se lo pronuncie, ese reconocimiento lo tributa involuntariamente la vaga impresión que tiene el lector de haber sido cogido en una trampa, a causa de los giros abruptos de intención y de sentido, así como en razón de las señales equívocas entregadas por los textos. De manera no distinta le ocurre a aquello que la prosa satí- rica de Swift provoca en quienes la visitan. Esa impresión impide el distanciamiento. Sin desdecir esa complejidad, ni tampoco buscar reducirla a un único efecto, nos parece advertir que algo de pendant hay en este par de poemas y, justamente, en torno al cuerpo. En el segundo, el espionaje de la trastienda de la amada que perpetra el enamorado, desmiente de manera intolerable la notoria idealización que éste le tributa a la primera. Es como si el ideal del amante fuese un cuerpo inmaculado, un cuerpo únicamente en idea, sublimado, desencarnado, cuyo maravilloso arquetipo sería la dama Celia. Pero ella, en toda su irrefutable materialidad y efusión, se resuel- ve en sus humores y hedores, en sus secreciones y residuos, los cuales son la antesala de la más atroz de las revelaciones. En el primero, el residuo es el cuerpo mismo, despojado de sus imprescindibles atributos. Poema literalmente pornográfico donde se retrata a una triste ramera que los males han depredado y que es todo prótesis. El lector asiste – forzado a un vo- yerismo en nada diferente del ejercido por el enamorado del anterior poema – a un striptease sobrecogedor. De la naturaleza original no queda ya nada, salvo unos res- tos sin orden ni concierto, además del arte de volver penosamente a recomponerlos en forma humana con el auxilio de postizos y míseras ortopedias. Hay, al menos, dos versiones del cuerpo en estos poemas. Por una parte, está el cuerpo manifestándose en sus desechos, hablando por sus poros, orificios y esfínte- res, en estado de permanente evacuación. Por la otra, el cuerpo que se descompone periódicamente, requiriendo componerse cada vez. En ambos casos se trata de algo así como una disolución y un persistente ausentarse del cuerpo, marcado, en el se- gundo poema, por la falta de hecho del cuerpo de la dama y por sus muchas huellas y evidencias; y, en el primero, marcado por esa especie de radical deserción bajo el 12 El giro recién citado proviene de los Viajes de Gulliver . Corresponde a una observación y a una perple- jidad del amo Houyhnhnm de Gulliver, en el país de los caballos racionales, respecto de las costum- bres de los Yahoos, esos protohumanos que allí habitan. Jonathan Swift, Gulliver’s Travels by Jonathan Swift. Travels into Several Remote Nations of the World (1927; London: Longman, 1972), 237. [La traduc- ción es nuestra]
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