Malestar y destinos del malestar. Artes del descontento [volumen II]
Escatología, cuerpo y lengua / Pablo Oyarzun R. – 155 indignatio versum ): y hay una gran diferencia entre la censura moral amparada en principios y la indignación desatada ante el atropello porque no los hay. Dicho de otro modo, en la indignación de Swift hay una desmesura, una extralimitación, pero no a la manera de la reacción atrabiliaria de un sujeto desaforado, sino indicativa de una percepción aguda, de una hipersensibilidad ante la vulneración del principio; la violación del límite, que no lo reafirma, sino que lo invalida, que lo evidencia como mera forma, como puro nominalismo. Por eso, la indignación, en su originaria des- mesura, compromete también a los principios. Es, en fin, extra-moral. Se puede seguir insistiendo en la enseñanza moral, porque es cierto: ¡qué cues- ta decir que el florilegio de hedores y miasmas de las heroínas de los poemas va diri- gido a fustigar el vicio y la vanidad, a enseñar cómo estos traen de la mano su propio castigo, a mostrar cuán cerca están las mujeres de la depravación, y cuán estúpidos son los varones por hacerse ideales de las féminas! Pero nada es simple en todo esto, mientras pareciera muy evidente que Swift se complace en extremar la compleji- dad, tensando los extremos de una situación, un evento, una figura. Por ejemplo, se puede atender al pasaje del sueño de la prostituta en “Una Hermosa y Joven Ninfa va a la Cama” 9 , que, al cabo de una minuciosa y fría descripción de operaciones que debe realizar Corina cada noche con sus postizos y remiendos, resulta ser un fragmento de poderosa intensidad emocional, el cual pareciera recomponer lo que en este poema, que tanto énfasis pone en el desmontaje del cuerpo de la cortesana, viene de ser, precisamente, descompuesto. Lo que allí se dice o se relata, y que está bajo la rúbrica de los “tristes desastres” y del “atormentado amor”, sugiere que el autor no es indiferente al destino sobrecogedor de su personaje, sintiéndose casi un hálito de cercanía y conmiseración, al cual también es convocado el lector. Y, sin embargo, con el despertar de Corina se produce también el distanciamiento de la “¡[a]terradora visión!”: la imposibilidad de describir la recolección de las “partes dispersas” (por oposición al escrúpulo puesto en la previa descripción del desgua- ce) y su miseria matutina, mientras que, por último, el narrador la abandona a su suerte y la remata con un último verso atroz: “Mirar es vomitar; oler, envenenarse”. Estos giros inesperados, que casi parecen forzar en el lector una sensación de vérti- go –como aquel que, repetidamente, sufría Swift–, estas torsiones y estos vuelcos, lo que hacen es tensar una trama desde los extremos, siendo precisamente este juego de lo extremo y lo excesivo lo que nos interesa destacar aquí. Es que lo escatológico es lo excesivo. 9 Jonathan Swift, “A beautiful young Nymph going to Bed,” en The Works of the Rev. Jonathan Swift, D. D., Dean of St. Patrick’s, Dublin , vol. 8 (1731; London: J. Johnson and others, 1801), 99-101. [La traducción es nuestra]
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